Opinión

Adiós a ETA

¿Será 2018 el año de la disolución de ETA? La pregunta se planteaba hace unos días en varios medios de comunicación que daban por hecho que la banda terrorista estaría dispuesta a entregar definitivamente las armas y disolverse a lo largo de este año, antes incluso del verano. Una noticia así hubiera sido portada de todos los periódicos no hace muchos años y, aunque efectivamente hay heridas aún por cicatrizar, lo cierto es que la libertad, arrebatada por los del tiro en la nuca durante décadas, ha vuelto a formar parte de la realidad cotidiana en Euskadi.

Hace poco más de un año en una entrevista que le hice al lehendakari le preguntaba precisamente por cómo sería ese momento. “Nosotros seguimos reivindicando el desarme definitivo, la desaparición de ETA, el reconocimiento crítico del pasado, la atención a las víctimas y una política penitenciaria dentro de la legalidad. Esa es nuestra hoja de ruta para conseguir la paz de manera definitiva y el final ordenado de la violencia”, me dijo.

Luego le repregunté si ésta debía ser la legislatura de la desaparición definitiva de ETA, la entrega de las armas y la petición de perdón, a lo que Urkullu me respondió con un sí rotundo y añadió que “hay que dar carpetazo definitivamente a la agenda de ETA y culminar el desarme esta legislatura. Tiene que haber un reconocimiento del daño injusto causado, desde una lectura crítica del pasado y está clarísimo que no se puede volver a repetir ese pasado. Yo estoy convencido de que el final de ETA es irreversible”, dijo y no le faltaba razón. Ahora ese momento al parecer está próximo y, según dicen, ETA podría anunciar su desaparición entre finales de mayo y la primera quincena de junio. Y si esto es así ¿qué horizonte se abre a partir de la desaparición? Pues además del reconocimiento de las víctimas del terrorismo y del daño causado por parte de los verdugos una de las cuestiones será el acercamiento de los presos a cárceles próximas al País Vasco así y el ajuste de la política penitenciaria.

En la actualidad, según se publicaba hace unos días en El País, el 92% de los 230 encarcelados de ETA en España —hay otros 57 en Francia— están en primer grado y no acceden a beneficios penitenciarios. Solo un 8% están en segundo grado y pueden salir 18 días al año. Aproximadamente la mitad ha solicitado estos últimos meses el acceso del primero a segundo grado, siguiendo los requisitos legales pero se lo han negado con el argumento de que la banda terrorista aún no ha desaparecido, lo cual es razonable.

En alguna ocasión he comentando, y lo mantengo, que para poder pasar la página de tantos años oscuros y terribles ETA debía entregar las armas y pedir perdón por todo el sufrimiento causado, porque mientras eso no ocurra lo que llaman algunos "la normalización plena" no será posible.

He oído muchas veces decir al lehendakari y a otros dirigentes del PNV que la pelota está en el tejado de ese mundo, que son ellos "los que deben dar el paso definitivo de manera unilateral porque la sociedad no le debe nada a ETA". Y es verdad, a ETA no le debemos nada en absoluto, más bien al contrario ellos son los deudores porque sólo han traído sangre y dolor, pero ahora empieza un nuevo camino y es fundamental que el relato que se haga de lo ocurrido sobre estos años terribles de asesinatos despiadados, sea certero. Es fundamental que ese relato no deje ningún resquicio para que algunos no tengan la tentación de situar a los verdugos y las víctimas en el mismo lugar, al mismo nivel, porque eso sería una ignominia. Aquí aunque algunos no quieren ni oír hablar de vencedores y vencidos alguien ha vencido claramente: la democracia, que ha sabido triunfar y derrotar a quienes sembraron España de sangre inocente con la excusa de defender una ensoñación imposible.

Las víctimas no deberían, y ahora menos que nunca, sentirse humilladas y abandonadas a su suerte y los demócratas no debemos consentir un epílogo con sombras de indignidad. El portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, ha dicho varias veces que la posición del ejecutivo es "muy clara y muy nítida: ETA tiene que hacer dos cosas, desarmarse y disolverse". Pero además los asesinos deben cumplir sus condenas y cualquier cosa que se haga en relación a los presos debe hacerse con total trasparencia.

El hecho de que los presos, además de cumplir sus penas de cárcel, se arrepientan del daño causado a las víctimas es muy importante para que puedan conseguir algún cambio en su situación, porque las generaciones futuras tienen que percibir la deslegitimación del terrorismo para que no se repita. Eso es así se mire por donde se mire porque el olvido puede hacer estragos y la historia debe escribirse con el trazo firme y claro de la democracia.

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