Opinión

Primavera electoral... ¿Época de sueños y mentiras?

La primavera es la estación donde la naturaleza nos enseña la pureza y sabiduría de la vida, donde las palabras nacimiento, resurgir y...

La primavera es la estación donde la naturaleza nos enseña la pureza y sabiduría de la vida, donde las palabras nacimiento, resurgir y esplendor alcanzan su mayor exponente. Una época que nos enseña, al igual que nos mostró D. Pedro Calderón de la Barca, que la vida es sueño. Unos sueños que cada uno dibujamos y basamos en nuestros deseos y nuestra situación personal, pero donde realmente la vida nos enseña que no podemos tenerlo todo (sea por el motivo que sea) y donde tendremos que valorar si realmente nos merece la pena estancarnos en las ventajas de un pasado o, por lo contrario, acoplarnos a las ventajas que ese sueño hecho realidad nos ofrece y que, a veces, no es compatible con las pequeñas ventajas de ese pasado, pero que si nos marca un presente y un futuro que, en la mayoría de los casos, merece la pena coger. Aun así, como en tantas situaciones de la vida, es cuestión de elección y sacrificio, donde cada persona tendrá que andar el camino de las ventajas y desventajas que le ofrece ese sueño o continuar en el sendero que viene marcado por ese pasado.

Esta primavera, aparte de los sueños individuales, viene marcada por un sueño generalizado que ni siquiera tendría que estar en nuestros pensamientos, ya que tendrían que ser cuestiones cotidianas en nuestras vidas pero que, por desgracia, algunos han convertido en pesadillas y que nos toca otra vez soñar y luchar para que se vuelvan ha hacer realidad.

Justicia, bienestar social, sanidad, dependencia, educación, trabajo etc., son palabras que, por mucho que nos cuenten, están cada día más lejos de nuestra realidad y más cercanas a una utopía, al menos, relativa. Eso si, la evidencia nos demuestra que a unos pocos la vida les trae satisfacciones a cambio de la miseria de la mayoría.

Pero cada cuatro años, que es lo único que nos dejan a esa amplia mayoría, tenemos la oportunidad de dejar de soñar y, al menos, intentar convertir nuestras vidas, la de nuestros hijos y la de las personas que nos importan en una vida justa y digna, donde el camino a construir sea amplio, coherente y sin mentiras. Un camino transparente como el cristal, pero a la vez, fuerte y brillante como el diamante.

Esta primavera nos trae la oportunidad de florecer y resplandecer creando un futuro mejor para todos o, por lo contrario, seguir marchitándonos y envolviéndonos en la miseria social. Y dependiendo del polen que elijamos para abonar el jardín de nuestras vidas, sabremos si tendremos que seguir soñando o disfrutando de esos sueños hechos realidad. Porque como dice mi mujer: “nos podrán mentir pero no engañar”.

Todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho y la obligación de elegir lo que queremos en nuestras vidas, pero sin olvidar que el conjunto de nuestras elecciones serán el futuro que marquemos en nuestro devenir. La elección quizás no sea fácil, pero si es muy sencilla de resumir si desgajamos en dos un dicho español: ¿más vale lo malo conocido? ó ¿mas vale lo bueno por conocer?.

Tal y como dijo Calderón de la Barca en el, probablemente, más famoso soliloquio del drama español:

“Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende”.

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