Opinión

Hicimos lo que (nos) dijimos

Oyendo hablar a las puertas del fin de semana a María Dolores de Cospedal, más allá de los discursos que sobre Cataluña y sus dos preguntas se han elaborado en la fábrica de argumentarios de los dos principales partidos del país, ha quedado de manifiesto que lo que nos queda por delante, antes de una cita con las urnas -primero en las comunidades autónomas y luego en el Gobierno central- no es sino el retorno al viejo discurso de la lucha de clases

Oyendo hablar a las puertas del fin de semana a María Dolores de Cospedal, más allá de los discursos que sobre Cataluña y sus dos preguntas se han elaborado en la fábrica de argumentarios de los dos principales partidos del país, ha quedado de manifiesto que lo que nos queda por delante, antes de una cita con las urnas -primero en las comunidades autónomas y luego en el Gobierno central- no es sino el retorno al viejo discurso de la lucha de clases.

Es decir que, tal y como recordaba Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque su discurso sea impermeable, es que hemos vuelto "de facto" a la época del "mérito" y sobre todo la "capacidad" en el ámbito educativo, el sanitario, y los derechos sociales más fundamentales.

En el PP, aunque reconocen los esfuerzos y el "sufrimiento", su secretaria general se despachó este viernes diciendo en el Comité Ejecutivo Regional que se celebró en Toledo que su gobierno había llevado a afecto, dentro y fuera de Castilla-La Mancha, todo aquello que habían dicho que iban a hacer.

No sabemos si a lo que se refiere exactamente María Dolores de Cospedal es a lo que se prometió antes de las elecciones con un programa -que debiera funcionar como un contrato legal- y unos discursos "populistas" (¿Quieres un empleo? Vota PP) que alentaron el voto o los brutales recortes que se han llevado a cabo con posterioridad revestidos de demagogia y palabrería política.

Los 'populares' no sólo hicieron añicos los programas electorales con los que concurrieron a los comicios de 2011 sino que, amparados en la "herencia recibida" comenzaron a hacer una serie de talas indiscriminadas contra el tronco de los derechos fundamentales de esta sociedad que ha convertido a nuestros gobernantes en eternos portadores de "malas nuevas" y en latigueros príncipes egipcios que mantienen a raya a súbditos y esclavos racionándoles el pan y la sal.

Juegan a convencer al ciudadano de que, yéndole mejor a su mayordomía empresarial, sus limosnas comenzarán a caer del cielo como el maná, mientras se asfixia a la semiextinta clase media y el país se desangra con miles de jóvenes partiendo hacia el extranjero a la búsqueda de mejores oportunidades o siquiera un sustento como camarero, mientras dejan sus carreras y másteres colgados del perchero de casa.

Cospedal y los suyos han logrado que el 13% de la población llamada rica, pueda serlo más y, como el noble que no tiene más conciencia que la de su contexto más próximo, ignora porque no se codea con esa realidad, la del 87% restante, entre ellos el 68% de los parados que, en esta tierra, llevan en desempleo 12 meses o más.

A la secretaria general del PP y presidenta del partido en Castilla-La Mancha, en plena celebración de su cumpleaños, se le llenaba la boca con el discurso de las dolorosas promesas cumplidas y echaba la culpa de no poder haber hecho ni menos ni más  -gracias a dios- al PSOE, en una especie de carta en blanco que justifica todos y cada uno de los sablazos, ideológicos incluidos, que se han perpetrado desde que ganaron las elecciones.

Podrá María Dolores de Cospedal decir si habían prometido en su partido, el que ella gobierna como secretaria general, que bajarían las prestaciones por desempleo, facilitarían el despido con indemnizaciones más bajas, se podrían realizar EREs en la función pública o concatenar contratos basura "sine die". Todo esto en un ámbito laboral que prometía, ya que se presentaban como el "Partido de los Trabajadores" y todo lo de arriba lo negaban y criticaban de antemano.

También podrá decirnos si en el programa venía eliminar el Pacto de Toledo, elevar la edad de jubilación y realizar en solitario una reforma de las pensiones que las avoca al libre albedrío de las decisiones políticas, año a año, como quien pone y quita regalías a sus vasallos.

Podrán decir también que bajan los impuestos, mientras se mantiene la subida del IVA contra la que primero se manifestaron, o no dejan de hacer incrementos al precios de la luz, se mantiene el céntimo sanitario en las gasolineras, se sube el IRPF y se aprueba una amnistía fiscal para grandes adinerados contra la que primero dijeron que lucharían.

Del mismo modo, dijeron que no seríamos rescatados, y lo cierto y verdad es que nuestra banca funciona con los dineros adeudados a Alemania y hasta tenemos entidades bancarias nacionalizadas de las que aun no siendo clientes, entre todos mantenemos y pagamos.

Eso por no hablar de las líneas rojas de la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales, cuando Castilla-La Mancha -con un 31% menos de presupuesto- es la campeona del "austericidio" educativo de España, con una puñalada en becas, otra en las ayudas a comedores escolares, una más en materiales, otra al transporte de alumnos, el aumento de la ratio por clase, y el evidente rebaje en el número de docentes.

Tampoco sabemos si dijeron en voz alta que tendríamos más tasas judiciales, o se podrían en riesgo las casas de acogida de mujeres maltratadas, las ayudas a la viudas, y el sistema sanitario público, a lo Margaret Thatcher, con la eliminación de los puntos de atención continuada, la subida de las listas de espera y su desconocimiento público, el copago sanitario que afecta a jubilados y enfermos crónicos de cáncer, hepapatis C y VIH, la retirada de la prestación sanitaria a los inmigrantes sin papeles -además de las concertinas-, las múltiples técnicas para privatizar la sanidad con la "externalización" de servicios, el rebote de pacientes en listas de espera, el bloqueo de camas o el cierre de plantas hospitalarias.

Si a eso le sumamos la supresión de 283 millones de euros en ayudas a la dependencia y los impagos de las previamente concedidas, y si todo eso venía en el programa, apláudase el grado de cumplimiento al voto suicida.

Analizando en qué sí y en qué no conocemos el grado de ejecución del susodicho programa electoral, - que más que mojado es papel abrasado-, nos cabe la duda de si, habiéndolo dicho en una reunión de partido, no es que se haya cumplido con lo que nos habían prometido, sino con lo que sólo ellos sabían que harían.

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