Opinión

Por una transición sin traidores

Aprovechando la advertencia envuelta en el clásico “Roma no paga a traidores” que Xavier Domenech envió a Rivera en un tono que me pareció casi solidario, los pesos pesados de la presión mediática se han lanzado a ensalzar el necesario papel que algunos “traidores” cumplieron durante la primera transición. Rafa de Miguel, con su artículo “Sobre traidores y coherentes”, se ha convertido en el renovador de la consigna durante esta mañana de resaca por investidura fallida.

El peligro de argumentar con el pasado es que siempre hay quien lo recuerda entero. Quienes insultaban con ese calificativo a Suarez, Gutiérrez Mellado y algunos otros entre los que casi nunca figuraba un tal Fraga Iribarne aunque lo deseara, eran los ultras franquistas. Llamar hoy traidores a políticos de la izquierda masacrada que casi sin poder salir de las trincheras tuvieron que reconvertir sus filas, a otros de derechas de todo pelaje que desde los despachos tenían que parecer otra cosa y, por último, también a los sentimientos nacionalistas que se fortalecieron cercados y ocultos en sus periferias, me parece una ligereza verbal que ni sirve como metáfora ni soporta la RAE, además de una falta de respeto con la verdad histórica. Entre todos aquellos sacrificaron lo que fuera necesario para sacar al país de una dictadura que seguía dando peligrosos coletazos en medio de problemas sin cuento como el terrorismo.

Procede recordar a de Miguel que algunas de aquellas “traiciones”, necesarias o no durante los 70, fueron los hechos causantes de que este país haya sufrido cuarenta años de una democracia indigna que evolucionó a corrupta bien pronto, y que está pidiendo cambios radicales en un contexto que no nos puede sorprender de crecidas tensiones independentistas y tras haber devuelto el poder a los representantes políticos de un franquismo sociológico que, como a quien lo fundó, parece que solo derrotará el tiempo. Con una firmeza que solo ha sido posible gracias a la presencia de nuevos políticos sin deudas con el pasado, Sánchez y los suyos se están negando a justificar cualquier comodidad cuya traducción sería siempre la de una cobardía ante la presión y el chantaje.

Pero no queremos que nos acusen de aprovechar la ocasión para practicar la memoria prohibida. Regresaremos al hoy, provocado desde primeros de agosto por Rivera quien, sin que nadie pueda acusarlo de traicionar nada porque sus principios declarados son los de la conveniencia ocasional y  la flexibilidad, ha conseguido facilitar o provocar las dos únicas sesiones de investidura desde el 20D pues, no lo olvidemos, si ayer miércoles sufrió y mañana viernes sufrirá don Rajoy unos bien merecidos revolcones en el Congreso de su añorado absolutismo, será únicamente por un motivo: Las seis condiciones más una con las que los de Rivera colocaron al PP contra la pared y consiguieron que, casi en tiempo real, altos cargos como Cifuentes o Casado decidieran pringarse manifestando su conformidad y forzando a su partido a optar por el sí o el miedo a la división interna.

Pero también esto es pasado y hoy cada minuto solo consiente ser consumido para preguntas y propuestas sobre mañana mismo.

¿Le falta a Rivera el instinto ejecutor necesario para rematar a un Rajoy que tiene dominado pero que, impasible el ademán, desdeña incluso a quien más ha sacrificado para conseguir que se mantenga en La Moncloa?

De ayer a mañana, es decir, durante hoy, tiene el líder de Ciudadanos la oportunidad de aclarar esa duda que muchos tenemos y acabar ya y bien la faena que comenzó armado con su rueda de prensa del 9 de agosto a primera hora de la tarde, aunque haya tenido que desdibujar aquellas exigencias solemnes para garantizar el juicio condenatorio a un Rajoy que es, también, y el propio Rivera lo sabe, el peor enemigo en este momento de su futuro político, tan largo como es seguro que lo desea.

Mientras las portadas, casi todas, siguen a las 13:36 horas de este jueves torturando a Sánchez, tiene Rivera la oportunidad de convertirse definitivamente en el centro nuclear de esta nueva transición. Solo tiene que reunir a los suyos y retirar el SI perdedor a Rajoy para mañana, viernes, dejándolo con sus 137 votos pelados, o más uno de los canarios.

El candidato, tras su discurso de investidura, es plenamente merecedor del regreso a la soledad más absoluta.

Y Rivera se merece el éxito de dejar a todos con la boca abierta, por haberse atrevido a defender que este momento en España es más el de la estrategia que el de las esencias, el de priorizar lo que hay que hacer por encima de lo que se es o se deja de ser.

¿Sería traición que Rivera retirara el apoyo al PP ante el desdén aplicado por Rajoy? No lo sería. Ni con el diccionario en la mano ni teniendo en cuenta lo que dicen que desean la mayoría de los diputados.

Solo él puede hacerlo, pero no se atreverá.

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