Opinión

Momentos de vergüenza

Los momentos de vergüenza que sufrimos, aunque sea ajena, son difíciles de olvidar. Por eso mismo, en nuestra memoria no “prescriben” los comportamientos que la provocan, aunque según la ley no sean delito. En consecuencia, y para poder matar los odios que sentimos, es imprescindible desahogarse denunciando, en este caso, el cinismo practicado a la luz del día y sin el menor recato por los líderes de PP y Ciudadanos. Eso sí, una vez que constataron su error garrafal, a la vista del impresionante éxito de una jornada feminista que, convocada el mismo día en todo el mundo, solo aquí se convirtió en una gran movilización social. Durante la mañana del día 8 de marzo los medios de comunicación de algunos de los 170 países que celebraban el Día Internacional de la Mujer estaban más pendientes de lo que ocurriera en España que de lo que pasaba en sus propias geografías. Entre esos líderes de la falta de coherencia y de decencia destacan nombres como los de Cristina Cifuentes, Rafael Hernando y el propio M. Rajoy ensuciando el lazo, en el caso del PP. Y Rivera y Arrimadas por Ciudadanos.

El segundo momento de vergüenza lo he sentido hacia las siete de la tarde de hoy, lunes 12, al pasar por delante de un aparato de TV con la capilla ardiente de Gabriel, el niño asesinado, en la pantalla. Allí repetía presencia Rafael Hernando, el “feminista” de conveniencia, acompañado por Juan Manuel Moreno Bonilla, jefe del PP en Andalucía. Se trata de dos políticos que no han cumplido ninguna función, absolutamente ninguna, en la investigación del caso, y que tampoco tienen relaciones personales con los familiares del niño, pues se sabría. Me paro a contemplar y compruebo que ambos permanecen allí mucho más tiempo del que el respeto por la familia aconsejaría a cualquier desconocido que quisiera expresar su solidaridad. Pero ellos saben que millones de electores están fijando su mirada emocionada también en ellos, como parte de un drama que tardará mucho en desaparecer de sus retinas. Mañana volverán a las andadas, durante el funeral.

Tal como ocurrió con las niñas de Alcasser, caso pionero en el abuso mediático de las desgracias personales para conseguir audiencia fácil y vender más publicidad, antes de lo que nos podemos imaginar, y desde los mismos medios que siguen especulando mientras incumplen el abecé de cualquier libro de estilo e ignoran toda presunción de inocencia, surgirán voces escandalizadas con estas prácticas como si fueran maldades de la competencia. Me recuerdan a esos líderes, ya citados, y a otros, cada vez que repiten la cantinela de que “la corrupción le ha hecho mucho daño al PP”, como si esas prácticas delictivas fueran producto de una enfermedad tropical contraída en algún viaje de placer.

Contra tanta hipocresía brilla con luz propia la madre de Gabriel. Deberían aprender de ella políticos y medios de comunicación cuando, desde la tristeza infinita, es capaz de pedir que nadie se deje llevar por las peores furias, que tantas veces proliferan.

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