Opinión

Las “Trece Rosas” y nosotros

Da mucha pena mirarse al espejo y que la plata te devuelva el odio dibujado en el gesto y las palabras de personajes como Ortega Smith.

Da miedo pensar en personas cómo él, o como Díaz Ayuso, que tienen poder en tiempo presente y que son capaces de poner trampas para que algunos terminen pensando que no fue tan malo el mayor asesino de nuestra historia.

Fue pronunciar “Trece Rosas” el diputado del Congreso que también se merece España, y volcarse el periodismo a por un clavo ardiendo. Han decidido agarrarse a una sentencia redactada por asesinos disfrazados de jueces, y así, con la buena intención de desmentir las acusaciones inventadas contra ellas por el diputado, han sembrado otra idea envenenada en millones de cabezas.

Una más: esta vez la de transmitir un aval subconsciente hacia aquellas sentencias, criminales todas, porque una de ellas, en su letra pequeña, permita llevar la contraria al diputado añorante del franquismo que, en esos momentos, buscaba cuota de pantalla para seguir informando del lugar donde están los que de verdad defienden que “con Franco se vivía mejor”.

Objetivo alcanzado y Ortega Smith durmiendo tranquilo.

A ver, ¿desde cuándo a un franquista le han importado las urnas, si no fue para destruirlas?

Ortega, Abascal y sus secuaces solo quieren llamar la atención provocando, como durante la II República, para que el rey, a quien cada vez defienden con más ahínco, y las fuerzas armadas, pierdan un día los nervios y decidan agarrotar una libertad que no pueden soportar. Esta vez no les hará falta asaltar el Congreso, pues tienen dentro a muchos diputados muy acostumbrados a ceder a determinadas presiones externas.

Creando este ambiente consiguen, estos diputados ultras, que los crímenes contra la humanidad cometidos por sus añorados parezcan menos, hasta el punto de que las víctimas tengan que recurrir a los mismos papeles con los que fueron ejecutadas, para emplearlos como escudos contras las advertencias y amenazas que no dejan de lanzar.

Todo esto nos está pasando porque los borbones restaurados por Franco, se llamen como se llamen, padres, hijos o nietas, se han convertido, o convertirán, en necesarios para los líderes cobardes de los dos partidos que han gobernado durante las últimas décadas, incapaces, durante más de cuarenta años, de ilegalizar las sentencias judiciales más execrables de nuestra historia.

Están, PP y PSOE y algunos más, defendiendo, a cualquier precio, el antes España que todo lo demás, y pensando en leyes que la protejan de los españoles, el único enemigo de siempre, el interior, más peligroso para ellos cuanta más libertad pueda disfrutar.

¿Cómo nos podemos extrañar hoy de que esos mismos políticos cobardes, Sánchez y Rajoy, o Casado y Rivera, llamen a gritos a la Justicia cada día para que condene ya, a toda prisa, esta misma semana mejor, pero siempre antes del 10 de noviembre, a los disconformes, independentistas y republicanos, en lugar de hacer política y sentarse a negociar con ellos?

La verdad es que, tanto en las películas como en la realidad, un chantajista con un buen secuestrado entre rejas puede pedir al chantajeado lo que quiera.

Es cierto que los juicios de hoy no son exactamente iguales a los sumarísimos tras el golpe de estado del 36, pero diputados del Congreso como Ortega Smith y presidentas de Asambleas de Madrid como Díaz Ayuso nos recuerdan que están preparados para el regreso de los “buenos” tiempos.

España, que pena, la que nos devuelve el espejo, es lo mismo que decir amenaza.

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