Opinión

Esas frases comprometedoras

En la anterior entrega de este relato de dos, publicado en CLM24 bajo el título “Hacemos lo que podemos”, RB1 y RB2 fueron los  protagonistas principales en tanto que autores libres y, por tanto, plenamente responsables, de sendas frases que, para la opinión pública en general, podrían haber ocultado intenciones o actuaciones delictivas. Gracias a eso conquistaron la fama y aún hoy permanecen vivas en la memoria colectiva, cosa sorprendente teniendo en cuenta la velocidad de vértigo a la que transcurren los acontecimientos. Y pasarán a una historia que en sus libros retratará la categoría de una sociedad capaz de soportar tales ofensas sin proceder inmediatamente contra sus responsables e interrogarlos a pan y agua, es un decir, hasta que confesaran.

Los personajes del relato.

Se procede al desvelado de los acrónimos por orden de aparición en el relato, aunque quien haya leído la entrega anterior es probable que haya identificado nombres y apellidos.

RB1. Rodríguez Barberá, José María. Fue, durante veinte años o más, el jefe del PP en la ciudad de Palma, en Mallorca y, por tanto, detentador de un poder real decisivo, además de los varios cargos en el partido y en las instituciones públicas que también disfrutó.

MP. Matas Palou, Jaume. Suficientemente conocido por el electorado, la policía, jueces, fiscales y funcionarios de prisiones. Ex presidente de Baleares y ex ministro, entre otros empleos a cargo del Presupuesto. Siempre fue miembro, hasta que convino su salida, de la misma organización que Rodríguez Barberá y el resto de protagonistas, a la que cada vez más jueces añaden en sus autos y sentencias el calificativo de “criminal”, lo que no obsta para que siga ocupando un gobierno monocolor que maneja nuestros impuestos.

HG. Hidalgo Garcés, Eugenio. Ex alcalde del municipio de Andratx, en la costa que mira hacia poniente de Mallorca, y líder durante muchos años de una acción urbanizadora desbocada que primero le permitió enriquecerse ilegalmente para que después la Justicia lo inhabilitara, además de condenarlo a descansar en la cárcel y al pago de algunas multas que pudo atender sin problemas.

RB2. Rajoy Brey, Mariano. El más conocido de todos y, de ellos, el único que, hasta el momento, solo ha tenido que comparecer ante la Justicia como testigo. Es el líder del PP, la misma organización que proporcionó al resto de citados, y al que viene a continuación, la protección institucional necesaria para que pudieran planificar y ejecutar sus fechorías.

BG. Bárcenas Gutiérrez, José Luis. Implicado desde siempre en lo único realmente importante para la organización, el dinero de todo color y en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, por tratarse de un grupo defensor a ultranza del sistema capitalista, aunque temporalmente no pueda utilizar estrategias ultras. Ha sido el quinto y último de los protagonistas de un relato en torno a dos frases de dos autores con un futuro complicado, enviadas a dos destinatarios que ya saben lo que es la mirada sin horizonte en los mundos carcelarios.

Las frases.

Rodríguez pronunció aquello de “Es lunes y estoy en mi despacho” en un momento de acoso legal por parte los medios, algo que podía complicarle la vida. Su respuesta se basó en la confianza de que la policía no hubiera grabado el contenido de la conversación mantenida con el delincuente Hidalgo pocas horas antes de la detención de éste. En su caso, la frase, digna de un niño de ocho años pillado en un renuncio por sus padres, ofende gravemente por su simplicidad, y de ahí procede, al entender de muchos, su éxito en el ranking de excusas increíbles. En la primera entrega se comentaron los detalles, por lo que no procede repetirse.

Por su parte, Rajoy escribió “hacemos lo que podemos” de manera reflexiva y, aunque producto de una de esas situaciones de compromiso que a nadie gustan, seguro que atendiendo al sentido común del que siempre hace gala para no poner en peligro lo principal, a saber en este caso y no parece dispuesto a confesarlo, a pesar de que se le citó como testigo para que contestara con la verdad a lo que se le preguntara. El problema es que la frase escrita por Rajoy, comparándola con la pronunciada por Rodríguez, arroja más sospechas y con mayor fundamento. Veamos.

La palabra “Hacemos”, un plural en tiempo presente, quiere decir que varias personas, incluido él, podrían estar ordenando la comisión, o cometiendo directamente, uno o varios delitos para librar a Bárcenas de la Justicia. La única respuesta, en forma de "no explicación", se ha producido 5 años y más de 3 meses después de redactar la frase, pero solo porque tuvo que acudir a un banquillo judicial y tras preparar intensamente la respuesta con sus asesores durante días, si nos atenemos a las informaciones publicadas y no desmentidas. Ciertamente, Rajoy contestó lo que, según él, no significaba "hacemos lo que podemos", pero solo en relación con la legalidad vigente, una calificación que, en todo caso, tendrá que sentenciar un juez cuando por fin se sepa lo que siguen ocultando esas cuatro palabras.  

Además, de lo que no cabe la menor duda es de que Rajoy se estaba dirigiendo a Bárcenas en su propio nombre y en el de otros u otras que podrían formar parte de un grupo  dentro del PP, quizás opaco para quienes no formaran parte del núcleo más duro, y destinado a trabajos "especiales". Algo así como la "fontanería", aunque también hay denominaciones menos generosas y, probablemente, más certeras. Durante la gran ocasión del 26 de julio nadie preguntó al testigo por quienes, con nombres y apellidos, podrían ser esas personas que, junto con él mismo, estaban haciendo algo, lo que fuera, pero que también era de interés que el imputado Bárcenas lo supiera. Porque si Rajoy escribió en plural conscientemente, ¿porqué no se le preguntó por ese detalle tan preciso, de su puño y letra confeso, ante el que no podría dar jamás una respuesta "gallega"?

Interés especial merece también la palabra "podemos". Para empezar, tal y como está colocada en la frase, detrás de "lo qué", significa que "algo" estaban pudiendo hacer, mucho o poco. Después debemos preguntarnos por la categoría de quienes eran los que "podían", pues no hubiera sido lo mismo canalizar cualquier asunto de Bárcenas a través de un Javier Arenas, por citar al tercero de la cena "humana" que compartieron para una despedida que tampoco fue verdad, a que, tal como sucedió, asumiera el propio Rajoy los riesgos inherentes al mantenimiento de los contactos con alguien que ya no seguía en el aparato y que, además, se estaba convirtiendo en más vulnerable cada día. Es decir, Rajoy, el más “poderoso” de los españoles, haciendo “lo que puede” junto con unos desconocidos y a favor de un imputado por la Justicia. Bonita manera de respetarse a sí mismo, y a su país, la de un presidente de un gobierno que, si no fuera el de esta España masacrada por sus élites a lo largo de los siglos, haría años que habría sido cesado a patadas por vergüenza ajena. Pero es bien verdad que Rajoy sabe donde manda, y ya ha declarado que todo lo que funciona no procede cambiarlo. Aunque sea el envilecimiento generalizado.

Especulaciones.

Multitud de testigos dan fe de distintas coincidencias entre Rodríguez Barberá y Rajoy Brey, aunque se ha descartado como línea de trabajo la casualidad de sus iniciales para explicar la pulsión de ambos por la mentira como línea principal de defensa frente a situaciones adversas.

De los encuentros presenciales entre ambos no se sabe lo que hayan podido cruzarse, aunque es lugar común que la prioridad que comparten a favor de los intereses privados es tan instintiva que casi siempre sobran las palabras, siendo los gestos expresiones más que suficientes para intuir lo que conviene y funcionando, desde los tiempos más remotos, el uso del verbo como mero disfraz de las intenciones, por lo que cualquier cosa que se diga sirve siempre para "lo que tiene que servir". Además, la dilatada experiencia de los muchos delincuentes de su organización que han pasado por cárceles y juzgados demuestra que, aunque no figure en sus estatutos, se aplica a rajatabla el acceso automático a la categoría de “esa persona de la que usted me habla”, frase en clave utilizada para no citar el nombre de los fracasados y, al mismo tiempo, instruir a toda la organización sobre la nueva pauta de comportamiento.  

También se está considerando la hipótesis de la utilización consciente, por esta élite delictiva, de los formatos organizacionales como método de autodefensa de cada uno de los  individuos del grupo, similar al que practican esos peces que forman grandes bancos para confundir a los depredadores, que en el caso que nos ocupa serían organismos públicos como la inspección de Hacienda, los diversos cuerpos de policía y la Justicia. Aunque declaren que lo que les anima es la defensa de los intereses comunes y otros cuentos que escriben en los programas electorales.

En cualquier caso, los de abajo debemos felicitarnos, pues ambas frases se han convertido en hitos a partir de los cuales se han conseguido algunos logros en la lucha contra la modalidad del crimen organizado denominada corrupción, un cáncer que a lo largo de los años de monarquía se ha infiltrado con suma facilidad por los vericuetos de la política, con la indiscutible intención, tantas veces coronada por el éxito, de meter la mano en la caja de todos para robar una parte del dinero que hay en ella. Para conseguirlo han empleado sofisticados procedimientos y contado con la colaboración de terceros, artimañas que han dificultado enormemente las investigaciones y conseguido que la mayor parte de esa subespecie de aprovechados haya llegado a cultivar fortunas enormes, hoy inexpugnables para siempre gracias a trucos como el del aforamiento para los VIP, la prescripción del delito en otros casos y, en última instancia, el indulto, cuando el finalmente condenado comienza a enviar señales de que no quiere ser el único que pague los platos rotos y, por tanto, podría representar un peligro para los confabulados.

Conclusión.

Una vez más, la imaginación salvaje nos ha vuelto a traicionar y hemos repetido el error de hablar de ellos en lugar de ignorarlos, a sabiendas de que con esto solo conseguiremos remover a su favor la confianza de miles de electores cuya escala de valores no sabe no contesta. Ante esta evidencia que tanto redunda, y que quizás explique también el extraño hecho de que 213 diputados no sean capaces de sacar del gobierno a 137 sospechosos, solo nos queda confiar en que la Justicia pueda realizar sus tareas de limpieza antes de la próxima cita con las urnas.

De lo contrario la mayoría, casi siempre pasiva, se encomendará en silencio a la biología, a pesar de que tal solución solo demuestra incapacidad para tomar las propias riendas y nunca es buena. No sería la primera vez que un pesimismo parecido llena de frustración el momento de España. 

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