Opinión

Ocho escaños de oro y Puigdemont

Por segunda vez, los emergentes de izquierdas que nacieron en las calles pobladas por el 15M tienen que decidir entre apoyar objetivamente a una derecha española en conflicto interno por la reconversión de marcas PP/C’s, o debilitarla dando su voto a otras fuerzas y abriendo escenarios que tampoco podrá controlar. Hoy es 25 de marzo de 2018 y será en Barcelona. La ocasión anterior tuvo lugar en Madrid hace poco más de dos años.

La diferencia entre ambos momentos no es solo geográfica. Las movilizaciones sociales y la tensión política que vivimos hoy no tienen nada que ver con un ambiente que en marzo de 2016 se limitaba a reuniones parlamentarias sobre investiduras cobardemente eludidas, o mal negociadas y fallidas. Tiene mucha lógica pensar que si hace dos años los de Pablo Iglesias hubieran tomado una decisión distinta, nada de lo que estamos contando hoy sería lo mismo.

Si la mayoría parlamentaria en Catalunya supera el shock de la detención de Puigdemont con la cabeza fría, lo lógico es que veamos la convocatoria de una sesión de investidura a la mayor brevedad y exitosa. En ese caso, siendo imposible el apoyo de una CUP que parece jugar en otra liga, la nueva responsabilidad se traslada a CCPodem, un partido que no se constituyó con la voluntad de convertirse en bisagra.

Hablando de los morados, conviene recordar que Iglesias se implicó directamente contra Albano Dante sin tomar en consideración el riesgo de retroceso electoral que acompaña a cualquier crisis interna. Nunca se sabrá si los 40.134 votos y 3 diputados perdidos por los de Domenech/Iglesias en diciembre pasado respecto de los resultados conseguidos en las elecciones de 2015 fueron un castigo por esas tensiones internas, o producto del rechazo a un referéndum pactado que, según todas las encuestas, aceptan el 80% de los catalanes.

Pero hoy no es ayer, ni siquiera es hace 24 horas, y lo que antes del 21D pudo ser una apuesta discutible pero necesaria para diferenciarse de unos y de otros, en la nueva coyuntura podría contribuir, indirectamente, al éxito de Podemos incluso en el resto de España, algo del mayor interés ante el futuro electoral que se aproxima. El tándem Domenech/Iglesias dispone de una oportunidad irrepetible para abordar los procesos electorales de 2019 mejorando las magras expectativas actuales.

Si CCPodem decide facilitar la formación de un gobierno de PdCat y ERC que en ningún caso avanzará unilateralmente hacia la independencia, no cabe la menor duda que será visto como el único partido capaz de desbloquear, sin más problemas que los ocasionados hasta el momento, una situación que, tras la detención de Puigdemont, podría derivar por terrenos no tan pacíficos como los transitados hasta la fecha.

Además, hay algunos elementos subjetivos que piden la implicación activa y positiva de CCPodem en el desbloqueo de Catalunya.

En primer lugar, la continuidad lógica con la posición que el partido ha mantenido desde el principio del conflicto, con el apoyo al referéndum pactado desde su defensa de la continuidad en España.

También hay un cierto compromiso de reciprocidad “exigible” por los diputados de ERC y PdCat, que han manifestado su apoyo a la moción de censura que Iglesias quiere presentar contra Rajoy en el Congreso.

Por último, los nuevos encarcelamientos han modificado el foco del conflicto. La frase “Esto ya no va de independencia sino de democracia”, vuelve a repetirse. Esto significa que ha finalizado el tiempo de las equidistancias tácticas o estratégicas y, en consecuencia, la coherencia entre los mensajes y los comportamientos de los políticos resulta imprescindible. Los de CCPodem no pueden consentir que, siendo sus mensajes radicalmente distintos a los del trio del 155, sus comportamientos no sean también distintos a los del mismo trio, y con el mismo grado de radicalidad.

Es difícil no reparar en la discrepante evolución política de los partidos políticos más jóvenes, Podemos y C’s, desde las últimas elecciones generales y autonómicas catalanas. Los de Iglesias, con más del doble de diputados que los de Rivera en el Congreso, tienen allí un peso político mínimo, cerradas las negociaciones efectivas con otras fuerzas y una demoscopia que anuncia fuerte pérdida de escaños. En cambio, en el Parlament de Catalunya Arrimadas llevó a C’s a la victoria y, a pesar de que tienen 36 diputados contra los 8 de los de CCPodem, son estos los únicos que están en condiciones de negociar con los partidos que podrían formar gobierno. Est.e hecho también obliga

Son las diez de la noche y aparece el Presidente del Parlament de Catalunya, Roger Torrent, en la pantalla de TV. Ofrece un discurso breve y firme, poniendo el acento en el retroceso democrático que está sufriendo España. Termina llamando a la constitución de un frente social y político por la defensa de las libertades y derechos fundamentales. No dice nada de sesión de investidura. Minutos después y en la misma pantalla Martí Anglada supone que Puigdemont ha sido detenido en Alemania porque Merkel es partidaria de una negociación entre los gobiernos español y catalán y con Puigdemont en su poder podría forzar que Rajoy de algún paso en esa dirección. Aparece Ernesto Ekaizer que no opina lo mismo, y coincide con quienes piensan que España ha presionado para que la detención fuera en territorio alemán, más susceptible que el belga para conseguir la extradición.

Rotos los diques que durante cuarenta años han mantenido relativamente quietas las tentaciones autoritarias sobre un lecho de leyes redactadas por representantes salidos de urnas trucadas, el Poder pretende ahora contener con represiones varias las inundaciones provocadas por mareas que llegan desde todos los puntos cardinales. En medio de las desesperaciones colectivas aparecen oportunidades solo para osados que estén dispuestos a jugárselo todo al mismo número que podría dejarlos sin nada. Pero no está claro que tengamos esa clase de políticos.

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