Opinión

Díaz Ayuso y Plácido Domingo

Este título huele a demagogia de la fácil, pero, por favor, deje que me defienda: un millón de panfletos de los de siempre hacen menos daño en la escala de valores colectiva que el provocado por una sola de las fakes que cada día inyectan en nuestros cerebros los que manejan el entramado.

Las muchas vueltas que da la vida han conducido a que hoy, martes y trece de agosto de 2019, dos personas de profesiones distintas pero que parecen añorar el bipartidismo, hayan conquistado unas cumbres que hasta el momento desconocían.

Donde he encontrado semejanzas ha sido en las respuestas defensivas de ambos protagonistas. No sé si a usted le ha pasado lo mismo.

Dos días antes Isabel acudió a territorio amigo: “Lo confieso todo, tengo pecados, pero siempre he sido honrada”, le dijo a Martín, de “El Mundo”.

Pero al día siguiente salieron a la luz, en otros medios, los e-mails más famosos de su vida, escritos de su puño y tecla. Han manifestado, negro sobre blanco, que conocía perfectamente todo lo que estaba pasando en relación con unos asuntos por los que otros están siendo juzgados.

Por tanto, lo menos malo que se puede pensar de ella, y siempre que creamos a pies juntillas en lo de su “honradez”, tan subjetiva, es que no sabía distinguir lo legal de lo delictivo.

A la vista de que Isabel sigue su camino hacia la presidencia madrileña sin que nadie con autoridad la moleste, nosotros no queremos ser menos. En España todos somos iguales, menos ese en quien está usted pensando y su padre. Pero hoy no toca hablar de esos dos, y ninguno de los dos se llama Isabel.

El próximo día que un guardia intente ponerle una multa, a usted, le dice que nadie nunca será capaz de conocer todas las leyes. Y si insiste en sancionar, le enseña usted a Isabel en la portada del periódico que lo fue de Pedro J. El agente quedará hipnotizado y usted podrá seguir incumpliendo a coste cero.

Por su parte, Plácido no ha querido cumplimentar un cuestionario que le ha enviado Associated Press, pero sí ha emitido un comunicado advirtiendo de acusaciones “inexactas” de antiguas empleadas suyas, y defendiéndose con el argumento de que “las reglas y valores imperantes hoy son muy diferentes a los del pasado”. Según informan todos, que también se hacen eco de que la Orquesta de Philadelphia acaba de cancelar una actuación del tenor. Al poco rato, una nueva cancelación, con investigación incluida sobre los abusos denunciados.

También podemos aprender de Plácido para dar satisfacción a nuestros deseos más íntimos. Sin perder de vista que somos los que pagamos.

En la próxima ocasión que podamos disfrutar de su voz en directo podríamos organizar un motín de espectadores para, antes de que comience el espectáculo, exigirle que en lugar de su Otello interprete el último rap de C. Tangana.

No sabría explicar por qué me ha venido este grupo a la cabeza, pero sí sé lo que pone en la entrada que habría comprado para poder montarle a Plácido la movida. Renunciaría a ella, pero solo si el tenor favorito me enseñara contratos firmados con cantantes y bailarinas en los que pusiera “excesos íntimos incluidos”.

A pesar de las respuestas de ambos personajes para defenderse del acoso de sus pasados, es imprescindible dejar constancia de que solo sabemos lo que hemos visto en los medios y, por tanto, son obligadas todas las presunciones de inocencia imaginables, desde pensar en complots de sus adversarios hasta, con intenciones tan retorcidas como arriesgadas, suponer montajes de sus entornos para reconquistar las portadas.

Pero sigamos aprendiendo y atacando con ideas.

Personajes mediáticos que, quizás, disfrutarán un día del privilegio de mentir sin consecuencias ante un tribunal al que acudirán como acusados, ¿no sería necesario que los jueces instructores investigaran también las contradicciones que pudieran deducirse de las declaraciones espontáneas que realizan a los medios, especialmente en el momento sorpresa de la primera noticia?

Por ejemplo, preguntarle a Plácido si el mismo día que se hicieron públicas las acusaciones, es decir, hoy, ya las conocía, o como puede explicar que supiera que contenían “inexactitudes”. Y en qué consisten.

Y pedirle a Isabel sus mensajes y su ordenador antes de que pueda destruirlo a martillazos.

Pero la Justicia en España parece tener un sexto sentido para saber a quién hay que salvar en cada momento y a cualquier precio. ¿Alguien puede imaginar lo que habría sido una condena del Supremo contra Casado por lo de su muy sospechoso master de la URJC?

Por supuesto que la gente de derechas tiene sus propias ideas sobre la vida y la sociedad, pero meter la mano en la caja porque los tuyos lo hacen y no les pasa nada debe ser castigado con la inhabilitación definitiva para la política, que hay muchas maneras privadas de ganarse la vida. Por ejemplo, cantando como un tenor y enfrentándote después a la Justicia sin aforamientos que te blinden, y arriesgándote a ver cómo te anulan los contratos previamente firmados.

A mí, personalmente, con su respuesta, Plácido me ha parecido más sincero y valiente que Isabel con la suya.

Por cierto, ¿no están tardando las autoridades pertinentes en llamar a declarar a ambas personalidades?

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