Opinión

Casado me recuerda a Millán-Astray

Lo primero, felicitar a Campofrío por el anuncio más valiente de la historia de este país, y al que espero que Felipe VI se refiera positivamente en su inevitable discurso de Navidad. No voy a ganar nada con el spot que no sea distinto a lo que ya hemos ganado todos los amantes de la libertad, de la paz y de la risa, pues no tengo acciones en esa ni en ninguna otra charcutería. Pero insisto, si el rey no aplaude en público esta imaginación, aunque solo sea por las alusiones, los minutos que le puedan quedar viviendo del trono se verán sensiblemente mermados.

(Acaba de finalizar usted la lectura de la cuota de humor, ironía y futuribles contenida en este artículo. Salvo si más adelante vuelve a aparecer algún otro texto entre paréntesis).

La memoria se va construyendo siempre en libertad, solo limitada por el código genético de cada persona. Por eso hay “asesinos” que quieren matarla. La de los demás, claro. Pero quienes no sufren esa manía de querer silenciar los recuerdos molestos, para tener la conciencia tranquila deben esforzarse por averiguar lo que lleva a evocar a determinadas personas y a encontrar parecidos entre ellas. Es la manera de automedicarse contra la demagogia fácil que termina ensuciando hasta las comparaciones más necesarias.

Y a medida que voy buscando las verdades de Casado y Astray, encuentro que proliferan las coincidencias.

Lo primero que sorprende es un detalle que se repite con Astray y con Casado. Si el primero resulta inseparable de don Miguel de Unamuno, el segundo nos trae de manera obsesiva a don Quim Torra, a quien le dedica unos calificativos tan insultantes y unas intenciones tan sangrientas que no merece la pena repetir por lo mucho que él mismo lo hace cada día. Y también por vergüenza ajena.

Parece que ambos dos, tan agresivos y políticos, pues Casado solo es y ha sido eso en su vida y Millán Astray fue procurador en las Cortes franquistas durante once años, tienen la misma tendencia a elegir como dianas de sus peores odios a personas mayores que ellos, a las que, por tanto, les deberían cierto respeto en el trato, sin por ello dejar de decirles lo que piensan. Astray era 15 años más joven que Unamuno y Casado tiene 19 menos que Torra.

En cambio, Unamuno y Torra, sin afirmar aquí que vasco y catalán se parezcan en algo, lo cierto es que sus respectivas trayectorias políticas son mínimas en comparación con las de sus respectivos amenazadores. Don Miguel solo fue dos años diputado por Salamanca, de 1931 a 1933. Y Quim Torra se ha ganado casi toda su vida trabajando en el sector de los seguros y en la edición cultural. O lo que es lo mismo en ambos casos, creando riqueza para pagar impuestos en lugar de vivir de ellos.

Por tanto, las palabras de personas como Unamuno y Torra, que ni consiguió uno, ni conseguirá jamás el otro, ser un actor político de los previsibles, tienden a ser malentendidas. Hablan desde sus propios esquemas, y las incorrecciones políticas están a la orden del día. Me recuerdan al Pablo Iglesias del primer Podemos, cuando algunas de las cosas que había dicho o escrito sobre ETA, en clave profesor universitario que no debe adoctrinar jamás, provocaba que los políticos de derechas, siempre duros de mollera para entender la educación en libertad, se lanzara a degüello contra él.

Estos días, más de un siglo después, está batiendo récords de difusión en las redes sociales lo que Unamuno le escribió por carta a Azorín el día 14 de mayo de 1907. Decía lo siguiente:

“Merecemos perder Catalunya. Esa cochina prensa madrileña está haciendo la misma labor que con Cuba. Es la bárbara mentalidad castellana, su cerebro cojonudo (tienen testículos en vez de sesos en la mollera)”.

¿Significa esto que Unamuno deseaba que Catalunya se independizara?

Parece innecesario explicar que, incluso si así fuera, los deseos de un intelectual no revisten el menor peligro. Siempre que, al mismo tiempo, y si tal coincidencia pudiera suceder, no sea también un militar de alta graduación con mando en plaza y planes golpistas en marcha. En realidad, la estructura de esta frase de Unamuno revela mayor rabia con cierta prensa y cierta mentalidad que voluntad de hacer efectiva a cualquier precio la independencia de Catalunya.

En cambio, los fantasmas que poblaban la mente de Astray, siempre armado y peligroso, no le dejaban pensar con tranquilidad cuando algún discurso superaba el simplismo de su inteligencia. Vio el peligro en aquel catedrático, pero, eso sí, cuando decidió amenazar con su grito más famoso ya no necesitaba ser valiente, pues el 12 de octubre de 1936 Salamanca estaba controlada por los suyos, los asesinos franquistas.

Hace unos días, Torra habló de la “vía eslovena” como opción para lograr la independencia de Catalunya. Por cierto, o mucho me equivoco, o regresaba de un viaje a Eslovenia.

Acusar al presidente de la Generalitat de firmar 60 muertos a cambio de proclamar la república catalana resulta éticamente inaceptable, pues se estaría acusando a alguien que durante los últimos años ha estado implicado en el buen fin logrado tras unas movilizaciones sucesivas que han sacado a la calle a millones de personas sin que se rompiera una sola papelera.

En cambio, será el simplismo mental o será la maldad que anima sus pensamientos, o serán ambas cosas al mismo tiempo, pero ha sido Casado quien ha dicho “guerra civil” en la misma frase que incluye a Torra como actor principal. Tampoco le hace falta ser valiente, pues hace tiempo que se ha abierto la veda de insultar líderes independentistas catalanes.

Da vergüenza recurrir a la técnica de los descartes para defender argumentos sobre parecidos entre personas distintas, pero lo cierto es que tanto Unamuno como Torra han coincidido, en sus respectivos tiempos, con adversarios distintos a Astray y Casado y, en cambio, estos dos son los que han cruzado las líneas más rojas en el abuso de insultos y amenazas. Y Casado tiene todavía mucho recorrido.

Y si Torra, alguien que a fin de cuentas es de derechas, hubiera regresado aquel día de USA y hecho referencia a la vía norteamericana, ¿alguien le habría insultado, por muchos muertos que hubo para conseguir aquella independencia?

Es muy probable que usted, que ha leído todo lo anterior, haya descubierto una importante diferencia entre ambos ultras que podría arruinar los parecidos que aquí se han defendido. Resulta que Millán Astray le gritó a Unamuno lo de “Muera la inteligencia”, o “Mueran los intelectuales”, según las versiones. En cambio, Casado lo único que intenta es que matemos una parte importante de nuestra propia “memoria”.

(En ocasiones pienso que, si pudiera, realizaría intervenciones quirúrgicas para extirpar ciertos recuerdos de las cabezas de millones de personas, pero seguro que estoy equivocado).

Me refiero a que no es lo mismo “inteligencia” que “memoria” y, por tanto, como argumento formal para salvar a Casado podría valer, si no fuera porque la memoria que Casado quiere que borremos, en unas ocasiones con palabras despreciables y en otras que parecen amenazantes es, casualmente, aquella que nos permite recordar que su predecesor y parecido Millán Astray fue el asesino de miles de inteligencias. Como no recordar las importantes aportaciones históricas del líder del PP con “la guerra del abuelo” y “las fosas de no se quién”.

(Por favor, Carlos Alsina, guarda este debate conceptual “inteligencia vs. memoria” para sacarlo el próximo día que Casado se ponga a tiro de tus reflejos tranquilos).

No será por la fiabilidad de los masters universitarios que tanto exhibía antes de que el Tribunal Supremo tuviera que echarse más porquería encima, interviniendo para que pudiera seguir con su carrera política, pero sí es probable que Casado sea un punto más espabilado que Millán Astray. El líder del PP sabe que una inteligencia a la que se le vacía el rincón de los recuerdos vale poco más que la de un robot de esos modernos, como los que nos quieren librar de las escobas.

Todo lo anterior ha sido escrito con la principal intención de que no continúe ni un instante más el paralelismo que llevan recorridas las vidas de estos dos protagonistas. Espero que el que sigue vivo esté de acuerdo conmigo.

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