Opinión

Una legislatura cautiva

Que la legislatura no iba a ser fácil, era algo obvio desde el minuto uno. Rajoy lo supo antes de ser investido. No era descabellado pensar en una moción de censura o bien que la Oposición hiciera imposible el hecho mismo de gobernar. El triunfo de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE generó no poca inquietud en el PP pese a que, como argumento de tranquilidad, pensara que a los socialistas no les convenía estirar la cuerda más allá de lo razonable. El famoso botón rojo estaba y está en manos del Presidente del Gobierno y “nadie quiere elecciones”.

Esto se decía desde Génova hasta hace unos cuantos meses. Ahora la legislatura no es que sea difícil -que lo es- es que se ha convertido en una legislatura cautiva. Cautiva de unos acontecimientos, los catalanes, que eran difíciles de imaginar, al menos en la magnitud que han tenido. El desafío secesionista lo ocupa todo. Es verdad que produce fatiga pero resulta imposible sustraerse a una realidad que está condicionando la vida nacional, genera incertidumbre económica y deja tras de sí un profundo desgarro en la sociedad catalana.

Si costaba creer que el independentismo catalán llegara a donde ha llegado, más difícil era imaginar a Rajoy y Sánchez convertidos casi en buenos amigos. Ambos hablan y hablan y además acuerdan. Ni Sánchez podía hacer algo distinto a lo que viene haciendo, ni Rajoy, como Presidente, resistirse a aplicar la ley tantas veces desafiada en Cataluña. El 21 de Diciembre es la cita con las urnas para los ciudadanos catalanes y la fecha en la que los partidos constitucionalistas han puesto todas sus esperanzas. Quizás demasiadas. Salvando todas las diferencias, en el País Vasco los no nacionalistas tocaban el triunfo con los dedos cuando Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, cada uno con su partido, decidieron hacer frente, juntos, al nacionalismo. No ganaron.

La legislatura está cautiva de Cataluña porque no se ve espacio ni rendija para que el Gobierno pueda presentar el proyecto de Presupuestos para 2018, pese a que no se pierde la esperanza de que el PNV, finalmente, se avenga al acuerdo. La comisión que debe iniciar el estudio de una eventual reforma constitucional se ha convertido en una cita a dos, PP y PSOE, porque ningún otro partido se suma a la misma. Tampoco hay síntomas de que los grandes acuerdos como pensiones o Educación puedan salir adelante.

Todo esto, siendo muy importante porque afecta a la vida misma de los ciudadanos, ahora se ha impuesto lo urgente y lo urgente, tanto para Gobierno como para el Estado mismo, es lidiar con el mayor acierto posible el asunto catalán que va mucho más allá de las decisiones judiciales y de la aplicación del 155. Y hay que resolverlo bien, de manera que a nadie le quede ganas de ni siquiera intentar nuevas aventuras que, como he visto y escrito en más de una ocasión, conduce a ninguna parte. Bueno, a ninguna parte, no. Conduce al abismo, al desgarro, a la tensión y al desencuentro y todo ello con una fenomenal burla a la ley. Y este ha sido el gran pecado de los secesionistas. El llevar a Cataluña a un camino pedregoso arrastrando con ello a la mismísima política nacional.

Lo único bueno de esta tragicomedia -la comedía es, por ejemplo, la de Puigdemont en Bruselas- es que la Cataluña silenciosa se ha hecho oír. Se demuestra también que si se ha podido hacer frente a esta situación es porque en España, con todas sus carencias, defectos y agujeros negros, han sido los dos grandes partidos los que han marcado los referentes de actuación. Sin duda, Ciudadanos está en el acuerdo, pero con ellos solos no hubiera bastado.

No hubiera bastado ni para aplicar el 155, ni para llenar las calles de Barcelona ni para afrontar una situación tan inédita como es la prisión incondicional para buena parte del ya cesado Gobierno catalán. ¿Alguien podía imaginar tanto?. Nos siguen esperando jornadas de tensión y perplejidad y vienen tantas que a nadie debe sorprender que la legislatura sea una legislatura cautiva y Rajoy, un Presidente, al que no le ha faltado de nada y además de todo ello una prueba no pequeña para Sánchez y el PSOE.

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