Opinión

La pluralidad

¿Se acuerdan de aquellos tiempos del bipartidismo imperfecto? Gobernaba el que más votos tenía y cualquiera que fuera, PP o PSOE, siempre encontraba apoyo en el nacionalismo de Pujol o en el PNV de Arzalluz. La historía era rápida. Las crónicas se podían escribir antes de que el desenlace se confirmara oficialmente. Esto ha pasado a la historia. España ha optado por la pluralidad hasta extremos dignos de estudio. 

Es esta inmensa pluralidad la que ahora están gestionando los partidos políticos. Todos los partidos. La multiplicidad de fuerzas lleva acarreadas complejas negociaciones en las que pueden ser tan determinantes las fuerzas más votadas como las que han obtenido exiguos resultados. 

En cierto modo llevamos días y días contemplando las idas y venidas, dimes y diretes para llegar a acuerdos municipales y autonómicos. Mañana sábado saldremos de dudas en lo que a los Ayuntamientos se refiere, pero aún queda mucho por ver y escuchar para que el conjunto del entramado institucional eche a andar. 

En paralelo a las negociaciones municipales y autonómicas, el PSOE se ha lanzado de lleno, como es lógico, a asegurarse la investidura del hoy el Presidente en funciones. Se da por hecho entre los socialistas que no habrá investidura a la primera y que incluso haya que dejar pasar el verano para que esta sea una realidad. No sé la prisa, la urgencia de Pedro Sánchez por echar a andar con un Gobierno en plenitud de facultades. Lo que sí es seguro es que de todos los responsables políticos es el que menos agobio, en teoría, tiene. Siempre tiene a su alcance una nueva convocatoria electoral que, con toda probabilidad, no tendrá lugar. El argumento de que "no vuelva el fascismo" será, al final, motivo bastante para qué los que hoy se muestran reticentes, den su visto bueno a Pedro Sánchez. 

Los responsables políticos piden paciencia, tiempo, discreción y por cansancio que produzca el bucle de los pactos, estas peticiones son razonables. Sin embargo, no deja de resultar bastante irritante la impostura de casi todos, negándose, en apariencia, a obtener determinados apoyos. Los socialistas no quieren depender de los independentistas, pero resulta que les necesitan tanto como necesitan a Podemos. Lo mismo cabe decir de Ciudadanos. Nada quieren saber de Vox pero lo cierto es que, en muchísimos lugares, sin Vox nada pueden hacer. ¿Por que no aceptar con naturalidad que la pluralidad conlleva compañías incomodas pero necesarias?. 

Si a Ciudadanos le inquieta Vox tiene fácil solución: pactar con el PSOE. Si al PSOE les incomoda Podemos o ERC tiene en su mano proponer a Ciudadanos o al PP un programa de Gobierno, una serie de compromisos previos que cualquiera de los dos partidos pudiera apoyar por activa o por pasiva. Soplar y sorber aún no está inventado. 
Asistimos estos días y los que vienen por delante al juego del poder puro y duro. Un juego cansino pero imprescindible porque es la consecuencia inevitable de la extrema pluralidad por la que han optado los españoles. Y bienvenida sea. Sólo hace falta que además sea útil y efectiva. 

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