La España que fatiga

España es un gran país. Es un país rico en pueblos y en gentes. En costumbres y maravillosos paisajes. Es un país rico en talento y en el buen hacer de la inmensa mayoría de sus profesionales en todos los ámbitos de la sociedad. Junto a esta España existe esa otra, la estrictamente política, que ya ha provocado una enorme fatiga entre sus habitantes.

Genera fatiga tener un Gobierno bailando siempre el alambre al son que marcan grupos realmente minoritarios a los que hay que escuchar, con los que hay que convivir y a ser posible acordar, pero nunca permitir que condicionen hasta los extremos que estamos viendo, la marcha de la política nacional. Fatiga esta situación a la que el Gobierno no quiere poner coto. Es el Gobierno del diálogo, dicen sus integrantes, pero estos mismos gobiernan como si tuvieran mayoría absoluta. Dialogan con quienes quieren en la esperanza de que los excluidos al final se avengan a lo acordado con otros. La fatiga máxima llega cuando se sabe de antemano que aunque sean grupos de la mayoría progresista que propició la investidura quienes dejan colgado al Ejecutivo, al final el responsable es el PP porque no tiene visión de Estado. Los socios que no apoyan en determinados momentos al Ejecutivo sólo pasaban por ahí. Nada que reprocharles que para eso está el comodín de los populares. Fatiga saber de antemano la conclusión final del Gobierno.

Fatiga y no poco las continuas performances internacionales que se organiza el Presidente sin que nunca se sepa cuáles son los resultados de las mismas. En esta última gira por Uruguay, Colombia y Paraguay se ha firmado un acuerdo de lucha contra la regresión de derechos que asola al mundo. Hacen bien. Nadie quiere perder la libertad conseguida pero fatiga, y desde luego irrita, que ninguno de los firmantes hayan omitido las barbaridades de Nicaragua, él hambre de Cuba o los miles de presos políticos de Venezuela. ¿Por qué desde el progresismo sudamericano se huye de la menor crítica?.

Fatiga y no poco el reiterado discurso del PP pidiendo elecciones de manera sistemática cuando todos sabemos, también ellos, que las mismas están en manos de Sánchez. Esa reiterada petición no tiene la menor trascendencia pero fatiga y mucho, máxime cuando la determinación es aguantar contra viento y marea. Y aguantará porque si de siete leyes se aprueban seis, pues "ni tan mal". Lo mismo o algo parecido dirán cuando no se presenten proyecto de presupuestos, haciendo caso omiso al mandato constitucional. Ya se sabe que un "Gobierno sin presupuestos es como un coche sin gasolina", que dijera el hoy Presidente del Gobierno. Harán alquimia con los números y "ni tan mal".

Con todo, la fatiga máxima llega cuando de corrupción se trata. No cabe espectáculo más deprimente y que más fatigue, no solo comprobar que la corrupción continúa existiendo, sino la utilización mezquina, cruel y fiera que se hace de la misma. Importa la corrupción, pero importa mucho más destruir al adversario buscando en la corrupción ajena una bocanada de aire para salir de la propia.

Fatiga esperar que la situación vaya a cambiar. De manera encubierta estamos en periodo cuasi electoral y todo se va a exacerbar hasta límites difícilmente soportables y ahí seguiremos, tomando distancia de la política y bailando en el alambre institucional. "Ni tan mal" que dice el Presidente.

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