Opinión

Yihadistas

Los recientes atentados del pasado día 17 de agosto en Barcelona y Cambrils, que ocasionaron 14 víctimas mortales y más de un centenar de heridos, han agitado a la sociedad española y occidental y han puesto aún más en alerta a los cuerpos de seguridad. Como ya sucediera con los atentados anteriores en otras grandes ciudades europeas, han supuesto un hito que marca un antes y un después en muchas cosas. Se dice que quieren acabar con nuestro modo de vida occidental, pero más del 90% de los ataques yihadistas se producen en países musulmanes. Dos días después de los atentados en España, han atacado en un restaurante de la capital de Burkina Faso, un país de predominio musulmán, ocasionando 18 muertos de varias nacionalidades.

Los atentados en Cataluña nos han hecho reconocer que formamos parte de la macabra lista de objetivos de esos terroristas, que algunos definen como terrorismo islamista, por ser el Islam la religión que profesan. Un islamismo mal entendido o mal interpretado, según manifiestan estos días portavoces de esa confesión religiosa, quienes mientras condenan los atentados, se sienten perjudicados por la interpretación generalista que las sociedades occidentales hacemos a raíz de los atentados, metiendo en un mismo saco a todos los de esa religión.

Estos días está corriendo por las redes sociales no solo la islamofobia, sino otras fobias hacia los refugiados, los extranjeros, los no católicos y, en definitiva, los diferentes. Los extremistas están haciendo su agosto sacando del armario sus apolilladas consignas contra todo lo que se menea y, mientras tanto, la sociedad está tratando de seguir con su día a día, llegar a fin de mes o tomarse unos días de vacaciones; las fuerzas de seguridad siguen con su trabajo, y los mandos políticos tratan de ponerse de acuerdo, no solo en lo indispensable, sino en lo necesario. Quizá este desastre pueda servir para que los políticos vean más allá de sus propias narices y se pongan a trabajar en lo que les une y no en lo que les separa.

Las calamidades unen a las sociedades sanas y ha sido un clamor de unidad y cariño hacia Barcelona, hacia Cataluña, no solo desde toda España, sino desde el resto de Europa y del mundo. Aprendamos todos la lección: en efecto, del «no tenim po» (no tenemos miedo), pasemos al «junts som més forts» (juntos somos más fuertes).

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