Opinión

Un velero llamado libertad

La canción de José Luis Perales, que empezaba con «ayer se fue, tomó sus cosas y se puso a navegar…» me ha venido a la mente al empezar a escribir sobre la escalofriante historia de estos días, una más, otra como tantas… o quizá no. Esta vez ha sucedido algo diferente. Hace tan solo unos días, aunque parezcan meses, ha cambiado el gobierno en España por otro que tiene una sensibilidad social diferente, que tiene sentido de humanidad, y de eso hace falta en los países de la ribera rica del Mediterráneo. Qué diferencia entre dos gobiernos nuevos tan distintos, el de Italia y el de España. El primero, populista, le cierra todos sus puertos al barco con centenares de inmigrantes náufragos a bordo, contraviniendo las leyes internacionales de acogida; el segundo, socialista, decide acoger en el puerto de Valencia a esas personas, condenadas a su «suerte», de no mediar alguien con poder de decisión.  

Es probable que desde otras «sensibilidades» políticas, piensen que con este gobierno se nos va a llenar España de indeseables. Pero esa es otra historia. Es cierto que, como declaraba en un medio televisivo el ministro de AA.EE., Josep Borrell, no se trata de la frontera italiana, de la española o de la griega; se trata de la frontera de la UE. Por tanto, es un tema que debe de resolver el conjunto de la Unión Europea. Para dilucidar cómo, se deben de formular las preguntas adecuadas, y la primera sería ¿por qué se vienen? Claro, ¿por qué alguien está dispuesto a jugarse  lo único que le queda, su propia vida, para saltar a Europa en esas condiciones? ¿Serán las guerras en sus países, será la falta de libertades, de futuro o de oportunidades? Entonces tal vez haya que pensar en invertir en los países de origen, en acabar con las guerras, etc.

No creo que nadie en su sano juicio se juegue la vida para dejar su tierra si no es porque se ve impelido a ello sin más remedio. No valen vallas, ni muros, ni mares, ni espinos de por medio. La desesperación es como el agua, pasa por cualquier resquicio y acaba en gotera. Esto es algo global y cuanto más tardemos en percatarnos de ello y poner remedio, será peor para todos. Deben de aplicarse, por tanto, soluciones globales y ya sabemos que cuando se quieren solucionar las cosas, hay presupuesto. También para el «Aquarius», al que quizá sus ocupantes lo rebauticen por «Libertad».

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