Opinión

Conmigo o contra mí

«Cada hombre debe elegir entre nuestro lado o el otro lado». Vladimir Lenin.

La situación que se está viviendo estos últimos tiempos con motivo del pretendido referéndum en Cataluña, y desde antes, está llevando a toda la sociedad española, incluida la catalana (esto va por barrios) a una falacia lógica de falso dilema. Estas situaciones, a lo largo de la Historia, han sido preludio de conflictos más serios que, si no se han apaciguado antes como los conatos en los incendios, han acabado mal.

Estamos viendo cómo los tan denostados políticos son más importantes de lo que muchas personas piensan. Una buena dirección conduce al progreso de los pueblos, pero unos dirigentes equivocados pueden conseguir, como el flautista de Hamelin, echar los niños al río; y la gente, como los niños del cuento de los hermanos Grimm, los sigue. No sé si todos los políticos son conscientes del bienestar o del dolor que pueden ocasionar. Los ejemplos los tenemos en la actualidad, tanto a escala internacional (Trump, Kim Jong Un…) como local (Puigdemont, Rajoy…). La Historia nos ofrece muchísimos más ejemplos, que están en la mente colectiva.

Cuando se llega a situaciones en las que surgen dirigentes extremistas, los «durmientes» salen a la superficie y empiezan a manifestarse abiertamente, sin rubor. Está pasando en muchos países, ¿por qué vamos a ser nosotros diferentes? Las redes sociales son un hervidero de mensajes xenófobos. Ahora los catalanes son vistos como la fuente de muchos males, y los habitantes de aquella región (o nacionalidad) claman contra lo «español», incluso contra aquellos paisanos que se atreven a sacar a la calle la «senyera» en vez de la «estelada» en las manifestaciones. No digamos ya si a alguien se le ocurre sacar la bandera de todos, la constitucional. El acabose.

La vieja costumbre del señor Rajoy de procrastinar, o sea, de dejar todo para el último momento, esta vez no parece haberle dado resultado y, aunque todos, gobierno y oposición, están tratando de sacarle las castañas del fuego por el bien colectivo, lo cierto es que ya estamos en otro escenario y, a lo mejor, ya no nos sirven los mismos actores.

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