Sin presupuestos, elecciones

Pedro Sánchez dijo varias veces que "no se puede gobernar sin presupuestos", que un país sin cuentas públicas es como "un coche sin gasolina". Hoy, tres años después de vivir precisamente bajo esa carencia, España circula con el depósito vacío mientras el Gobierno mira hacia otro lado. La metáfora se ha convertido en profecía, y el propio presidente ha terminado protagonizando aquello que tanto criticó.

La presidenta de Extremadura, en un ejercicio de coherencia democrática, ha recordado a Sánchez sus propias palabras. Le ha puesto ante el espejo de la realidad institucional, en el que se refleja un Ejecutivo que improvisa, que gasta sin control y que actúa al margen de lo que exige la Constitución. Gobernar sin presupuestos no es solo un síntoma de debilidad política: es un acto de desprecio hacia los ciudadanos que sostienen el país con sus impuestos.

España sigue funcionando con unas cuentas diseñadas en 2022, en un contexto económico, social y político completamente distinto. Aquellos presupuestos fueron elaborados con previsiones que hoy resultan ciencia ficción. La inflación, el desempleo juvenil, la deuda pública o la falta de inversión en sectores estratégicos no tienen respuesta en unas cuentas caducadas. Y aun así, el Gobierno se empeña en seguir gobernando con ellas, como si nada hubiera cambiado.

Mientras tanto, el Ejecutivo ha recurrido a un presupuesto paralelo, gastando cerca de 40.000 millones de euros sin control parlamentario. Una cifra que evidencia que el problema no es la falta de recursos, sino la ausencia de transparencia. Gobernar así no es gobernar, es administrar a golpe de decreto, esquivando al Parlamento y a la ciudadanía. Sánchez afirmó que podría gobernar sin presupuestos y sin Parlamento. Lo está cumpliendo. Pero también está cumpliendo su promesa de convertir la política en un ejercicio de resistencia personal. Sus socios se resquebrajan, Puigdemont anuncia que el apoyo se agota, y el presidente parece dispuesto a forzar los límites de la legalidad con tal de permanecer un día más en La Moncloa.

Tres años sin presupuestos son tres años sin proyecto de país. España no avanza, se estanca. Y mientras el Gobierno sobrevive, los problemas reales -la vivienda, la sanidad, la educación, la seguridad- siguen esperando soluciones que nunca llegan. Gobernar sin presupuestos no es solo una irresponsabilidad, es una burla a la democracia y a los españoles. Un país sin cuentas es un país sin rumbo, y hoy España navega a la deriva.