El drama de la vivienda se enquista

El mercado de la vivienda en España atraviesa una situación crítica que amenaza con convertirse en un problema estructural para toda una generación.

Según los últimos datos de Idealista, en julio los precios ya han alcanzado niveles de 2007 en siete comunidades autónomas, justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria. Lejos de aliviar la presión, las políticas del Gobierno parecen estar alimentando la tormenta perfecta. El diagnóstico es claro: falta suelo, sobran impuestos y abundan las trabas burocráticas. A ello se suman las condiciones cada vez más estrictas que se imponen a los propietarios de viviendas en alquiler, lo que está estrangulando la oferta. El resultado es previsible: se retiran pisos del mercado y los que permanecen disparan sus precios, tanto en compraventa como en arrendamiento.

Los expertos, también los del Banco de España, advierten que cada año se forman más de 600.000 hogares en el país, entre familias, jóvenes emancipados, inmigrantes y trabajadores que llegan del extranjero. Sin embargo, la construcción de nuevas viviendas está muy lejos de esa cifra. El desfase entre oferta y demanda no solo presiona al alza los precios, sino que compromete la cohesión social y el atractivo económico del país. 

La paradoja es que España necesita mano de obra para sostener su crecimiento, pero las mismas trabas administrativas que dificultan la contratación y regularización de trabajadores impiden que quienes llegan encuentren un lugar donde vivir. Es un círculo vicioso. Se necesitan viviendas para quienes vienen a trabajar, pero no se construyen; se restringe el mercado de alquiler, y el acceso a un techo se convierte en un privilegio.

El sector inmobiliario denuncia desde hace tiempo la falta de una estrategia clara. Ni los incentivos fiscales ni los planes de vivienda pública han logrado compensar un marco regulatorio que genera desconfianza en los propietarios y ahuyenta a los inversores. Mientras tanto, los precios siguen su escalada, con especial incidencia en las grandes ciudades y en las zonas de mayor dinamismo económico.

Lo que en otras épocas fue un debate sobre la burbuja inmobiliaria hoy se ha transformado en un atasco crónico que amenaza con durar muchos años. La vivienda, convertida en el principal problema de los españoles y de los extranjeros que vienen a trabajar, se ha consolidado como el gran nudo gordiano de la política económica y social.