Opinión

Mentiras y dimisión

El ministro de Defensa Karl Theodor zu Guttenberg, uno de los hombres fuertes del gobierno de Ángela Merkel, se vio obligado a dimitir en 2011 tras conocerse que había copiado algunos pasajes de su tesis doctoral. Ese mismo año, la vicepresidenta del Parlamento Europeo Silvana Koch-Mehrin también se vio empujada a dejar su cargo tras revelarse que plagió su tesis. Lo mismo tuvo que hacer la diputada del Partido Socialdemócrata (SPD) alemán Petra Hinz, que presentó su dimisión, tras diez años como parlamentaria en la cámara baja (Bundestag), después de confesar que se inventó su currículum académico como jurista. Al igual que ellos muchos políticos europeos, en distintos países, han tenido que dejar sus cargos públicos  por mentir, cosa que en nuestro país está menos normalizada y debe dejar de ser así. “Cualquier cargo público que mienta deberá irse a la calle”, tendrían que recoger los estatutos de los partidos de forma clara y precisa si la transparencia fuera algo más que una palabra. 

El caso Cifuentes y su máster fantasma además de ser un bochorno político sin paliativos ha abierto varios debates colaterales que traerán cola: la burbuja de corrupción en la Universidad y la absurda titulitis que padecen políticos de todos los colores ideológicos, que ha generado   la aparición de listas de “mentirosos” que en mayor o menor grado nos han hecho creer que eran lo que nunca con su esfuerzo consiguieron ser.

La espita en lo que a falseamiento de currículums se refiere la abrió escandalosamente Luis Roldán, el exdirector de la Guardia Civil que se inventó una licenciatura en Económicas una ingeniería y un máster, aunque ¡claro! después de desvalijar como hizo los fondos reservados y robar a manos llenas a los huérfanos del instituto armado,  lo que menos repercusión tuvo es que se inventara su inexistente trayectoria académica.

Otro caso sonado fue Tomás Burgos, secretario de estado de la Seguridad Social con el PP, que en sus fichas del Congreso correspondientes a tres Legislaturas, entre 1993 y 2004, hizo constar que era “licenciado en Medicina”, algo que no era cierto porque aunque había cursado Medicina en Valladolid, no era licenciado. Lo mismo hizo en su día Javier Viondi. En 2011, Izquierda Unida de Getafe confirmó que su líder Viondihabía anunciado “su no comparecencia como cabeza de lista de esta organización política” después de que se hiciera público que mintió al decir que había estudiado Medicina. También ese año la que fue vicepresidenta de la Generalitat de Catalunya Joana Ortega reconoció que no era licenciada en Psicología, como figuraba en su CV, pero tras afirmar que fue un  error involuntario continuó en su puesto hasta el año 2015. 

La pregunta es: ¿Por qué esa obsesión por la “titulitis”? ¿A qué se debe el afán de inventarse cursos, master o licenciatura que nuestros representantes públicos no han estudiado? ¿Se debe solo a una vanidad que no tiene límites, a un clasismo descarado o a algo más? La titulitis es una enfermedad contagiosa que a muchos les lleva a mentir y si no se ha acabado con ella es porque en España rara vez se entona el “mea culpa”, y menos el verbo dimitir entre la clase política. Representantes públicos muy conocidos como Elena Valenciano, Patxi López, José Blanco, Jose Manuel Moreno Bonilla o la mediática Pilar Rahola -que decía ser doctora cuando solo era licenciada-, entre otros muchos, tuvieron que dar explicaciones de por qué afirmaban ser lo que no eran. 

La única vacuna para acabar con esa enfermedad, poco ejemplar y menos ejemplarizante, es la dimisión, y como hasta ahora casi ninguno de los que han sido “pillados” se han marchado a su casa con el estigma del mentiroso, pues aquí paz y después gloria. Como de esta plaga nadie se salva -aunque todos cuando no les toca a ellos pretenden dar lecciones de honestidad por aquello de la viga y la paja-,  ayer mismo tuvo que presentar su dimisión el responsable de Podemos en Galicia y diputado del grupo parlamentario de En Marea, Juan José Merlo, tras reconocer que infló su currículo publicado en la web oficial del Parlamento indicando que es ingeniero a pesar de que no posee tal titulación.

El diputado gallego reconoció su "error" y dijo sentir "vergüenza" y "bochorno" por su comportamiento, aunque quiso aclarar que "nunca perseguí mentir ni inflar un currículum" ni lo hizo persiguiendo "ningún tipo de clasismo ni titulitis". ¿Entonces por qué lo hizo? Si inflar un currículum no es mentir, que alguien me explique el concepto de la palabra mentira.

En mi tierra solemos decir de forma coloquial que “las mentiras tienen las patas muy cortas” y eso le ha pasado a la presidenta de la comunidad de Madrid, quien tal vez pensó que por ostentar el poder podría obtener los masters a modo de regalo y como ella a todos los demás. La única salida es la dimisión y todos lo saben, porque lo que no es de recibo es que hayan sido apartados los cómplices de las actas falsas y ella siga esperando a Godot o lo que es lo mismo que sea Rajoy el que se coma el marrón de destronarla ¡Vivir para ver!

Comentarios