Opinión

Mándenme un sicario

Cada vez está más claro que tocar con la punta de los dedos todas las mañanas Castilla-La Mancha, transforma a quienes vienen de fuera en reencarnados y surrealistas personajes de la extensa filmografía de nuestro internacionalísimo Pedro Almodóvar

Cada vez está más claro que tocar con la punta de los dedos todas las mañanas Castilla-La Mancha, transforma a quienes vienen de fuera en reencarnados y surrealistas personajes de la extensa filmografía de nuestro internacionalísimo Pedro Almodóvar.

Los interminables horizontes de nuestra llanura hipnotizan pero también aturden.

Es la única conclusión que podemos extraer a resultas de las desbocadas declaraciones de un director del ente público de Radio-Televisión de Castilla-La Mancha, don Ignacio Villa Calleja, que pretendió esta semana vender al vulgo como “pedagógica” la tristemente renombrada pieza informativa en la que se trataba el crimen machista de Cifuentes tapando el audio con imágenes de picadoras y hachas de carne.

A lo Victoria Abril en “¡Átame!” acabó el ex de la COPE pidiendo a gritos que el PSOE le mandara a su casa un sicario para que le diera una paliza, no sabemos si solidarizado, a lo síndrome de Estocolmo, con quienes le raptaron 4 horas de su bien pagada vida para dar explicaciones sobre el ente o porque alguna patología, visto lo visto por su concepción de la pedagogía, es lo único que entiende Villa como vía para que se alcance el entendimiento.

Resulta un tanto curioso que aunque la mismísima Delegada del Gobierno central para la Violencia de Género, Blanca Hernández, se refiriera a este asunto recomendando que “los medios de comunicación eviten el sensacionalismo” y condenemos siempre al agresor, el portavoz del Ejecutivo autonómico, don Leandro Esteban, se zafara del bulto, sin embargo, apelando a la libertad e independencia de todos los medios, públicos o privados y a un “laissez faire…” que, en manos gubernamentales, no se cree nadie.

Habría tenido, en cualquier caso, más coherencia lo dicho por Esteban si, a renglón seguido y en otro asunto en el que tampoco recomendamos que los políticos metan sus patitas, no hubiera tildado de “sociata” al rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, Miguel Ángel Collado y al de la Universidad Complutense de Madrid, José Carrillo, tan sólo por poner luz en la opaca excelencia educativa que venden los ‘populares’.

Pero, claro, ya se sabe, aquí el dejar hacer, el “…laissez passer” y la libertad de conciencia sólo se defienden cuando, de quien se habla, es el mismo que, a diario, a los unos pone vendas y a los adversarios tira piedras.

El asunto se habría zanjado, no obstante, con cierta elegancia si, en un repentino golpe de autocrítica -que a todos, de vez en cuando, nos hace falta-, hubiera reconocido el señor Villa que lo que lamentamos los medios locales y nacionales, los políticos de credo propio y ajeno, los pocos que sintonizaron ese día su canal y las asociaciones profesionales y de violencia de género, es al menos como para hacérselo mirar.

Otros hubieron en ese mismo puesto que, ante las acaloradas críticas de la calle y de la entonces bancada en minoría, aguantaban con mayor estoicismo y estilo, las críticas aunque no estuvieran sustanciadas.

Pero acabar, con un asunto como el que nos ocupa, liándola en sede parlamentaria, diciendo que el trabajo hecho y emitido en horario infantil “está impecable” y acusando al que le interpela de gánster, es de diagnóstico de mitomanía o de síndrome de Ganser.

Esperemos que el Gobierno de Castilla-La Mancha no tome como ejemplo los supuestos pedagógicos del señor Villa para implantarlos paulatinamente en el modelo de “excelencia educativa” que pretende instaurar en la región y menos aún en la facultad de Periodismo.

Nos tememos que, aunque al 99,9% nos resultara incoherente, siempre aparecería algún Esteban para decirnos que es blanco aunque fuera negro lo que tenemos enfrente o echar mano del victimismo de don Ignacio Villa, quien haciéndose el ofendido con sus ofensas, reproduce las lesiones propias del Síndrome de Münchhausen.

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