Opinión

Machado, Azaña y los CDR

Ya hay que ser badulaques para, reputándose de republicanos, reventar un acto de homenaje a los dos republicanos más insignes, don Antonio Machado y don Manuel Azaña, que yacen en su exilio permanente del sur de Francia. Ya hay que ser badulaques, o ferozmente antirrepublicanos. O las dos cosas.
El otro día, mientras el presidente del Gobierno español giraba la visita de respeto que no giró ninguno de sus antecesores en el cargo, los llamados Comités de Defensa de la República no encontraron cosa mejor que hacer que profanar los cementerios de Colliure y Montauban con sus berridos, sus pancartas en inglés y sus eslóganes pedrestres.

Puede que el tardío acto de homenaje, apresurado y un punto trivial, no fuera el que merece la memoria y el legado del poeta sabio de Sevilla y del refinado intelectual alcalaíno, y que se echaran en falta, por puro decoro y congruencia, las flores de color morado en las coronas rojigualdas, pero, aun así, pese a la cortedad de la comitiva homenajeante, ésta contenía, o quería contener, mucho más fundamento republicano que el que los petimetres de los Comités nacionalistas esos podrían reunir entre todos y en toda su vida. Pero esos CDR quemadores de neumáticos y saboteadores de la circulación ferroviaria ni podían dejar pasar la ocasión ni, en puridad, comportarse de otra forma: un "historiador" de los suyos, comisionado y bien pagado por el ayuntamiento de Sabadell para purgar el callejero de nombres indeseables, ya señaló a Antonio Machado como persona no grata por su "españolismo" y su nula adscripción al independentismo catalán. Otros de los suyos, en aquella República cuya memoria hoy ultrajan con sus horrísonas pamemas en los camposantos del exilio, ya amargaron la vida de quien otorgó a Cataluña, con el Estatuto, el reconocimiento debido contra viento y marea, Manuel Azaña Díaz.

En el Supremo se juzgan los presuntos delitos de sus cabecillas, pero el comportamiento de esos apócrifos republicanos, de esos quintacolumnistas de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, se juzga solo. Mientras Inés Arrimadas hacía su sosa performance tipo Tabarnia ante el palacete belga de su jefe, ellos hacían la suya en Francia, ciscándose en la memoria del republicanismo español y en el del verdadero republicanismo catalán, del que ni heredaron, ni tienen, ni quieren nada.

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