Opinión

La España real y el fugado

"Estoy dispuesto a ser candidato". El que afirma esto no es un político más, es el expresident catalán, Carles Puigdemont, que sigue dando entrevistas para la televisión en Bruselas como si no pasara nada mientras sus compañeros, los hombres que el designó están pasando duros momentos en la cárcel. "Puedo hacer mi campaña desde cualquier lugar de el mundo entero, estamos en un mundo globalizado", dijo insistiendo en que el suyo es el Gobierno "legítimo" de Cataluña. Al final van a tener razón los que decían que además de tener tics totalitarios y pedir adhesiones inquebrantables este hombre es un lunático, un iluminado que se ha situado no solo al margen de la Ley sino de espaldas a la realidad. Mientras él grababa su entrevista, en la España real se terminaba de perfilar una orden de detención y extradición para él y sus cuatro exconsellers, y se desestimaba el recurso de apelación del líder de la Asamblea Nacional Catalana, Jordi Sànchez; y del de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, que seguirán en prisión. En la España real su vicepresidente Oriol Junqueras y siete exconsejeros continúaban en prisión y Santi Vila el hombre que intentó sin éxito parar la locura al final salía de la cárcel tras pagar 50.000 euros de fianza y hacía un llamamiento a los partidos y al Estado para que acaben con esta "situación tan terrible".

Mientras este personaje se toma cafés plácidamente en los bares de la capital comunitaria, en la España real ya sabemos, porque así lo dicen los organismos correspondientes, no solo que en Cataluña se ha frenado en seco la creación de empleo y los datos de afiliación a la seguridad social son alarmantes sino que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), en su informe sobre las líneas fundamentales de los Prespuestos para Cataluña en 2018, advierte de que la crisis independentista puede provocar que una reducción del PIB catalán de hasta un 2,7% el próximo año. De cumplirse este escenario, que es el más adversos de los propuestos por el organismo, el "crecimiento real" de la economía catalana sería "cercano a cero".

"El shock idiosincrático en Cataluña será de una reducción de 0,3 puntos porcentuales en el crecimiento de PIB catalán en el escenario central y de hasta 1,5 puntos en el escenario con riesgos a la baja, si se agudiza y prolonga la crisis; estos impactos, sumados al shock común en España, supondrán un menor crecimiento de 0,7 puntos porcentuales en el escenario central y de hasta 2,7 puntos porcentuales en el escenario con riesgos a la baja", explica la Autoridad Fiscal.

Mientras Puigdemont y sus amigos siguen a la fuga en la España real ya sabemos que el Gobierno cree que "mientras no exista condena firme, todo el mundo tiene sus derechos civiles intactos para presentarse a las elecciones".

Y por lo tanto también los políticos que han entrado en prisión. Según el ministro portavoz Méndez de Vigo el Gobierno solo pretende "restablecer el orden constitucional" y por eso ha convocado elecciones en Cataluña para el próximo 21 de diciembre, el plazo más breve posible.

Mientras el fugado sigue "a su bola" yo en mi hartazgo me voy a quedar con la reflexión de Juan Cruz cuando afirma que España no se merece este momento porque tampoco se mereció su vieja historia rota. Decía Albert Camus: "El espléndido calor que reinó sobre mi infancia me ha privado de todo resentimiento". Está en el revés y el derecho, que se lee como quien bebe el agua de la fraternidad y de la justicia. A Camus lo alivió el sol de la infancia; aquí vamos hacia el degénero humano, como decía el filósofo Emilio Lledó citando a Manuel Azaña. Y esas píldoras malditas de la oscuridad están conduciendo la conversación nacional al más despiadado de los resentimientos.

A un muchacho colombiano, rodeado de la miseria cruel de la droga, le preguntaron: "¿Y qué es el futuro?" El adolescente contestó: "El futuro es lo que no hay". Si ese velo de resentimiento que oscurece España no se descorre con voluntad de abrazo y, otra vez, de olvido, es posible que pase el invierno y aquí el tiempo siga dramáticamente nublado, anclado, como decía Camus, "en los prejuicios y en la estupidez". Dicho queda querido Juan .

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