Opinión

La fama en el ser humano y la sociedad

El ser humano, al ser indivisible y trascendental, lleva en su propia esencia la necesidad de comunicarse, de proyectarse y...

El ser humano, al ser indivisible y trascendental, lleva en su propia esencia la necesidad de comunicarse, de proyectarse y compararse con los demás, estableciendo así una relación a través de las distintas actividades por él realizadas: comerciales, artísticas, culturales, políticas, etc. En todas ellas se reúnen diversas circunstancias de diferente índole dependiendo de la actividad en sí, pero en todas ellas, inherentes a la propia existencia humana, el hombre siente la necesidad de la “Fama” necesita ser famoso, ser conocido por los demás, destacar de la comunidad y ser reconocido y admirado por sus semejantes; para ello lucha durante toda su existencia.

La fama proporciona al ser humano distintos beneficios, económicos en unos casos, profesionales en otros, privilegios y poder, etc., en todos los casos le sitúan por encima de los demás, respetado y admirado por sus semejantes. Los medios para alcanzar la fama son también varios: puede ser a través de su trabajo, por la repercusión y trascendencia de su obra, por la realización artística, por la trascendencia de su pensamiento, por el aporte de su acción a los demás y por el poder en sí, económico o social. El mecanismo de obtener la fama, así como el proyecto de su obtención en el tiempo, viene determinado por el momento histórico de la existencia del hombre y por los medios y condiciones de la sociedad en que desarrolla su existencia.

Así pues, antes del desarrollo industrial, con unos medios de comunicación y difusión escasos, elementales, en los que resultaba difícil presentar la obra realizada, difundir el pensamiento, expandir las condiciones particulares, el proyecto de obtener la fama se extendía a largo plazo, incluso hasta después de la muerte; tal es el caso de pintores, músicos, etc., hoy famosos, que tuvieron una vida precaria y desconocida, obteniendo escasos beneficios de su obra. De otra suerte, la fama podía llegar si gozaba del favor de los poderosos por herencia, que otorgaban privilegios a cambio de ser dueños de la obra del protegido mediante retribuciones mínimas.

Con la revolución industrial y ahora la era informática, con la existencia de redes sociales, la comunicación es instantánea, la realización de la propia obra, la difusión de lo realizado, del pensamiento y de la imagen del ser humano, puede realizarse en segundos y trasladada a millones de puntos del planeta a la vez. A la sazón, los planteamientos para obtener la fama, son a muy corto plazo, tratando de obtener los beneficios de la fama adquirida en el momento presente, con el fin de disfrutar los privilegios a lo largo de su existencia.

Esto en principio podría resultar loable, si no fuera porque estos medios pueden ser empleados para enmascarar las verdaderas intenciones, así como para la obtención de apoyos y maniobras que  aporten méritos inexistentes y valoración de obras de escasa trascendencia ocultos por el desconocimiento que da la rapidez y facilidad de comunicación, primando la influencia, el cohecho, el clientelismo y la prevaricación, así como la propia intriga, el juego sucio y la traición, en suma las malas artes, para obtener los beneficios derivados de esa ansiada fama.

Resulta palmario que con el momento histórico y su realidad social, no solo cambia el momento de disfrutar la fama, sino también los mecanismos y el comportamiento del ser humano para conquistarla. En estos momentos que vivimos esa necesidad del hombre por alcanzar la fama, ha desarrollado el crecimiento de otro de sus atributos, el “Egoísmo”.

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