Opinión

Entre fanáticos

El grado de surrealismo en el que se han instalado algunos de los dirigentes independentistas catalanes desafía toda comparación posible. Resulta patético observar que ciudadanos adultos (la mitad de los diputados del Parlament) puedan aceptar que un prófugo de la justicia residente en Berlín (Carles Puigdemont) se haya auto designado gran elector de Cataluña a la manera de algunos príncipes y obispos germanos de épocas pasadas.

Que semejante personaje sea el eje sobre el que gira la política catalana dice todo acerca del grado de enajenación respecto de la realidad al que han llegado los separatistas en su desafío al Estado democrático.

Al señalar a Quim Torra como "su" candidato a presidir la Generalitat, imponiéndole como condición que no podrá ocupar el despacho del presidente en el Palau de Sant Jordi, expresa un grado de megalomanía que sorprende que pueda ser pasado por alto. Aceptado como algo normal pese a su incompatibilidad con los usos de la democracia y el decoro exigible a quienes dicen representar los intereses de los ciudadanos.

La biografía de Torra se resume en dos palabras: fanático y xenófobo. En los ambientes separatistas pasa por ser un individuo "hiperventilado", que es la forma suave de señalar a un sectario. Un intransigente incapacitado para el diálogo. Al señalarle como candidato Puigdemont insiste en su estrategia de hacer el mayor daño posible. De Torra se conocen varias proclamas supremacistas y algunos tuits que bordean el delito de odio. El objetivo de la maniobra es diáfano: mantener encendida la llama de la confrontación buscando provocar la reacción de quienes defienden la ley y el orden que emana de la Constitución. Un proyecto que en los cálculos de Puigdemont integra la posibilidad de mantenerse en primera línea de la política catalana bajo el cálculo de que si Torra es elegido y respeta su compromiso con él actuará como un presidente interino. A la espera de una nueva convocatoria de elecciones autonómicas cuya fecha podrían intentar que coincidiera con la agenda judicial que aguarda al propio Puigdemont (caso de ser extraditado por Alemania), a los otros huidos y al conjunto de los ex dirigentes procesados por su presunta participación en los actos sediciosos que desembocaron en la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre y la posterior proclamación de la República catalana. Mariano Rajoy que antes de ayer decía estar dispuesto a iniciar un diálogo con el nuevo "govern" de Cataluña no debería perder de vista que tendrá en frente a un equipo teledirigido por un par de fanáticos.

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