Opinión

Cruces del odio

Recordaba mi querido David Gistau, en un artículo publicado hace unos días, que cualquiera que haya peregrinado a las playas de Normandía tienen que haberlo conmovido las cruces de Colleville, y hacía un paralelismo entre esos lugares de Europa donde las cruces representan la muerte de un ser humano en guerras sin sentido y el hecho vergonzoso de que las playas catalanas se estén poblando de cruces independentistas que recuerdan lo peor de la Europa fascista

“Un mínimo conocimiento histórico hace que no se pueda sentir sino vergüenza ajena ante el espectáculo de las cruces amarillas en las playas de Cataluña. Más allá de que sean un catalizador de bofetadas. El independentismo, eficaz en la autoparodia, de pronto distorsiona y vacía de contenido las cruces fundacionales de esta Europa. Evocadoras de un dolor y de una sangre derramada en la que estos botarates no saben ver la advertencia de cómo terminaron en Europa los complejos de superioridad nacionalista y las doctrinas del odio, incluso las difíciles de detectar para la gauche-divine como la que circula en Cataluña desde mucho antes de que Torra se pusiera a escribir escatología", afirma Gistau y yo comparto su reflexión.

Muchos periódicos han titulado estos días "enfrentamiento entre catalanes" después de haber visto óomo algunos valientes -que se consideran catalanes y españoles- se enfrentaban en distintas playas de Cataluña a los independentistas, recriminándoles que se apropiaran de las playas con sus planteamientos supremacistas. Ver la playa de Mataró o de otros lugares llenas de cruces amarillas más allá de lo que representan, a mí me produce yuyu por el tufo xenófobo que desprende. Estos se han creído que igual que para Franco la calle era suya, para ellos las playas son suyas y, como la gente está harta, los enfrentamientos ya están a la orden del día.

El otro día en la playa de Canet de Mar (Barcelona) algunos activistas que custodiaban las cruces amarillas según dicen “en apoyo a los políticos independentistas presos” sufrieron lesiones leves en un enfrentamiento con un grupo que las querían retirar. Inmediatamente el huído Carles Puigdemont atribuyó los hechos al "fascismo unionista" en vez de entonar el mea culpa por su responsabilidad grave y evidente en el enfrentamiento social.

Además de la batalla de cruces, todos los días tenemos noticias de que políticos no independentistas, las sedes de sus partidos y sus familias están sufriendo alguún tipo de agresión. No estamos, por tanto, ante acciones aisladas, sino ante la consumación del espíritu totalitario que anida en quienes, pese a todas las garantías que ofrece nuestra democracia, han legitimado la desobediencia como herramienta política.

El "todo vale" se ha apoderado de un sector de la sociedad catalana que ha sido vilmente engañada por sus líderes políticos prometiendo una arcadia feliz que ni existe ni existirá y éstos han creado monstruos intolerantes que están a un paso de justificar cualquier cosa. Los demócratas no podemos dejar que se vaya por la alcantarilla lo que nos ha costado tanto construir. La Democracia plena es nuestra memoria histórica para las siguientes generaciones y las veleidades de una minoría de radicales, antisistema, independentistas o nacionalistas
no pueden triunfar.

Claro, en toda esta historia también hay quien “mueve el árbol” con la intención de que “otros recojan las nueces” y la equidistancia aparente de algunos no pude tener final feliz. La aparición hace un tiempo de los "monigotes de la muerte" acompañada de la tira de excrementos, la rotura de cristales o empapelar las calles catalanas de pancartas e imágenes de unos imaginarios presos políticos que en España no existen, son sólo un muestra del odio que algunos están generando.

Salvo que tengan una miopía partidista, que les lleva inevitablemente a la ceguera, supongo que a esos políticos que están en prisión, a Junqueras y Cía se les revolverá el estómago al saber cómo su president fugado les da consejos mientras vive a cuerpo de rey cuando ellos se codean con los delincuentes comunes de más baja estofa. Lo dicen ya hasta los suyos : Puigdemont pasa del partido, baila solo y a él también le tiemblan las piernas y ¡de qué manera! Por eso su misión en la vida es sembrar odio y manejar al tal Torra a su antojo para seguir estando en el candelero. ¿O lo suyo es el candelabro?

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