Opinión

La yihhad de Sánchez

Pedro Sánchez está dispuesto a "morir" políticamente en su "guerra santa" contra la Gestora y los dirigentes territoriales de su partido si en el envite se lleva a los "reyes de taifas" por delante. En especial a la sultana andaluza.

Están a punto de cumplirse los tres meses de su derrota y obligada dimisión en el Comité Federal cuando, después de otro fiasco en Galicia y el País Vasco, tumbaron su plan de llegar a la Moncloa del Abrazo de Podemos y a hombros de los separatistas con plebiscito cuadillista previo en unas primarias a escape y a medida, y Sánchez sigue empeñado con tozudez almohade en su pensamiento único. El "No es No" se ha convertido en su "twaid" y él en su único profeta. Los que no lo acepten a pie juntillas se convierten en enemigos de la "fe verdadera", perjuros, apostatas, fachas y de derechas. Tuvo ingenio Bono en que el total del argumentario sanchista también se puede condensar en un "Ná es Ná". Pero el "No es No" es sin duda un condensado grito de guerra. Porque lo de Sánchez es una guerra y hasta la yihhad, con licencia literaria, semeja.

Ahí sigue en su empeño de reconquista de su califato perdido, empezando, como mandan las metáforas, por Sevilla y por Toledo. Cueste lo que cueste y al precio que sea. Aunque haya que destruirlo todo y de entrada a los propios y a las alcazabas de su mismo partido.

Porque ese sería el resultado de un retorno de Sánchez. Supondría la demolición definitiva de lo que queda del PSOE y del poder territorial socialista y convertirlo ("Salvados" lo dejó en cueros) en un apéndice subsidiario de Podemos a cuyos preceptos y principios se mostró sometido. Esa percepción, cada vez más compartida hasta por quienes le fueron adictos, está haciendo que sus partidarios con cierto mando y responsabilidad le estén abandonando y que su causa pierda cada día adalides y condes que hacen fintas para cambiar de bando sin que se note mucho. Pero para la yihhad en realidad no hacen mucha falta, hasta pueden convertirse en llamada de los verdaderos fieles, de los "militantes", de los combatientes de a pie que son quienes alcanzaran la victoria. O el "martirio".

Cada día, sin embargo, se apuesta menos por una victoria sanchista. Su posibilidad real es cada vez más exigua por muchas razones, la más evidente que como candidato cosecho pésimos resultados contra el enemigo "cristiano" y como líder fue trágico para su partido, al que dejó eso, literalmente y en dos, partido. Sin embargo aquí sí existe un elemento diferenciador en su imagen general y en la interna. Pedro Sánchez como líder nacional y global para disputar el gobierno está en verdad descartado. España se libró de él, pero entre su partido existe aún una poderosa corriente, cada vez más sectaria además, de que es un héroe caído, una victima y no de sus propios errores y desvaríos, sino de malignas fuerzas exteriores entre quienes están, y los primeros, los "traidores y desviados" que lo derrocaron. Ellos son a quienes apela y eso lo que pretende aunque sea a costa de hacer explotar a la organización entera. Porque esa es la cuestión. ¿Logrará el PSOE sobrevivir a Sánchez y a su cruzada?.

Porque ganar no parece que pueda y menos aún, aunque ganara, construir una alternativa hegemónica y liderada por él, a la derecha. Construir, pues, parece imposible, pero su capacidad de destrucción puede ser definitiva y letal. Porque lo que también se atisba desde hace ya tiempo, y ahora se acrecienta, es que Pedro Sánchez parece tener ese componente suicida en su ADN político. Y que no solo no lo corrige sino que lo explota y lo cultiva como amenaza a sus rivales. La destrucción de su partido e incluso su inmolación personal parecen no importarle nada si consigue hacerle un agujero a sus enemigos, que en muchas ocasiones resultan ser los propios. Pero eso en la yihhad se da por hecho: no se hacen distingos entre fieles e infieles. Es más, son todavía más virulentos con los primeros.

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