La desgobernación
De este angustioso mes de agosto con los montes españoles ardiendo por los cuatro costados amen de tizones queda una conclusión, una evidencia esencial que es la piedra angular de la situación política por la que se arrastra nuestra Nación: el Gobierno de España, sus 22 ministros y, sobre todo, quien los preside y les marca la pauta mantiene como doctrina esencial que ellos, y mayormente ÉL, no tienen la mínima responsabilidad ni deber ante cualquier emergencia, catástrofe o calamidad que nos afecte.
No tienen por qué actuar, no tienen por qué socorrer, no tienen siquiera que acudir. No es su obligación. Se lo tenemos que pedir. Y si no se lo pedimos la culpa de lo que nos pase sera nuestra, del cambio climático o del lucero del alba, pero de ellos jamás lo será. ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¿De cuando acá el Gobierno va a ser responsable de lo que le pase a sus gobernados?.
Sucedió con la dana. Esa fue su estrategia y la consumaron sacando incluso algún rédito. La ineptitud y las negligencias se cargaron en exclusiva sobre Mazón, que las tuvo, ya lo creo que sí, pero también la AEMET, la Confederación Hidrográfica del Júcar y todos cuantos debieron haber hecho lo que dejaron de hacer.
Pero a ello se añadió algo mucho más perverso. La deliberada omisión de socorro, ¿Cómo es posible que el Ejército, la UME o cualquier otra unidad cercana, que las había, tardara ¡4 días! en llegar a Paiporta? ¿Quien no dio, quien se negó a dar la orden, quien, en suma, lo impidió?. Pues el único que la podía dar. Mintiendo además, pues el saco terrero tras el que se escondió, ante el agua entonces y ante la llama ahora, ha sido el mismo: para poderlo hacer se lo tienen que pedir. Y eso es una podrida y cochina mentira. Sin más. El Presidente del Gobierno, e incluso el propio Ministro del Interior, no solo pueden sino que tienen el deber de dar esa orden ante una emergencia nacional. ¿O es que van a negar también que no había tal emergencia? En La Mareta tal vez no, pero por el resto del país todos sentíamos que sí.
En fin, para qué andarse con pamplinas, la respuesta es muy sencilla. Si Sánchez no ha puesto de inmediato todos los medios del Estado, empezando por el Ejército, y no solo la UME, en linea de batalla contra el fuego, es porque no le ha dado la gana, porque no ha querido y porque ha pensado que con ello socarraba a sus adversarios políticos. Y por eso se quedó tan pancho durante más de una semana, y luego hizo los paripés de ida y vuelta desde la playa en el Falcón y el Super Puma, para hacer ver que iba, aunque blindado y sin el más mínimo contacto con las gentes, no le fuera a pasar lo que le pasó y sin aceptar siquiera una pregunta de los medios de comunicación.
Para concluir en lo que ya concluyó en la catástrofe anterior y todas las que se puedan presentar. Que él es el Presidente del Gobierno de España y que si queremos que nos mande socorros tenemos que pedírselo. Solo entonces nos salvará. El y sus 22 ministros. Mientras los 23 pueden seguir solazándose y disfrutando las mieles del poder, que para eso lo tienen.
Es su gran invento. La Desgobernación. El uso, goce y abuso del Poder sin la hiel de tener que gobernar. Esto es lo que debía quedarnos claro de una vez. Porque este es el Primer mandamiento del Doctrinario Sanchista: El Gobierno es el único no responsable jamás de cualquier desgracia, catástrofe, fracaso o problema nacional o internacional que afecte a España y, menos que nadie, su Supremo Hacedor. Ni siquiera lo roza la corrupción que lo envuelve por todos lados. Pero si algo va bien, aunque no lo toque ni con un palo, entonces el exclusivo artífice del éxito es ÉL y solo ÉL.