Opinión

Cs: A sigla muerta, sigla puesta

Aunque, y como siempre en estos casos, el "muerto" es quien no quiere enterarse de que lo está, la realidad es que Ciudadanos ya es, y desde hace bastantes meses, un cadáver político. Aunque la sigla se quede sin enterrar.

El cántaro está hecho trizas y la leche derramada. Tampoco es cuestión ni de ponerse a llorar ni de de pretender recogerla porque lo que es imposible no se puede hacer. Dedicarse a analizar, a toro pasado, las razones de este final resulta igualmente baladí a estas alturas.

Pero hay un elemento en el que sí se puede pensar y actuar. Ciudadanos, amen de siglas, agrupó en sus filas a gentes entre las que un buen puñado han ido demostrado valía y buen hacer político y personal. Por muchos lugares de nuestra geografía, en no pocos ayuntamientos, aparecen nombres que se han ganado por su hacer un respeto de la ciudadanía. Y ello es lo que sería, y así observo en esos lugares, una pena perder.

El caso más notorio y que ahora está en plena efervescencia es el de Begoña Villacís, por su relevancia y por la notoriedad adquirida como vicealcaldesa de la capital. Pero hay muchos otros y en muchas localidades los vecinos los conocen muy bien. Atesoran un importante capital político que el centro derecha haría muy mal en desperdiciar y Alberto Nuñez Feijóo ha "leido" muy bien.

Algunos ejemplos adelantados de por donde va el tiro ya han hecho diana. Uno de los más notorios es Badajoz, donde Ignacio Grajera, actual alcalde por Cs tras un pacto que dio dos años la vara primero al PP y dos a ellos hasta completar mandato. Recuerdo que antes de producirse el anuncio de que encabezaría ahora la lista popular, habían sido muchos quienes en mis estancias allí me habían dicho que a ellos les gustaría que eso fuera así. Y eran en buena parte de las ocasiones votantes del PP.

Ayer mismo me sucedía algo parecido en Linares, segunda población de la provincia de Jaén, en la que gobernó, hasta julio pasado, Raúl Caro, también del partido naranja en coalición con el PP hasta que una acidentada moción de censura terminó por entregar el gobierno al PSOE. Ahora son bastantes quienes entienden que Caro bien podría ser referente en las listas populares.

Y como ellos hay gente por doquier. Cada cual seguro que conoce en su tierra parecida situación y el nombre de alcalde y concejales que están desojando margaritas. Que con el liderato de Feijóo y su firme moderación (hay quien se equivoca y entiende el concepto como debilidad hasta que topan con la realidad) les resulta mucho más facil dar el paso.

En algunos lugares, claro está, porque en otros no hay por ese lado ninguna posibilidad. En ciertos sitios la cuerda se rompió hace tiempo. Hay dos ejemplos señeros: las tres capitales de Castilla-La Mancha: Albacete, Ciudad Real y Guadalajara, cuanbo un pacto nocturno entregó las tres plazas al PSOE, para los cuatro años en la alcarreña y otro dos por dos en las dos machegas. Ahí el salto ahora es muy difícil y en ocasiones imposible y toxico, como en Guadalajara, donde los ediles naranjas protagonizaron un serial de nepotismo y enchufe familiar. Su única esperanza ahora es que el PSOE revalide y les deje algún rinconcito al sol.

Estruendoso fue lo de la Comunidad de Madrid enmarcado en la ristra de mociones de censura que contemplaban echar a los populares de los gobiernos de Murcia, Castilla y León y de postre Madrid donde el tiro les salió por la culata. En Murcia en la Comunidad los diputados de Ciudadanos acabaron por no apoyar la moción, aunque los concejales sí lo hicieron en el Ayuntamiento y ahí están ayuntados con el PSOE. En Castilla y León se mantuvieron leales al pacto, excepto una de ellos, pero ahora tras elecciones precipitadas por Mañueco, solo tienen un representante en Cortes, Igea cuyas relaciones con sus antiguos compañeros de Gobierno peor no pueden ser. En la de Madrid, Ayuso los madrugó, se les adelantó y les dejó con el marcador a cero. Tras la experiencia con Aguado no los quiere ver ni en pintura.

Pero estos casos son excepción. La lógica por proximidad ideológica, acentuada por la deriva sanchista, es que los votantes, y eso cantan las encuestas, se decanten de manera abrumadora hacia el PP y es coherente también que aquellos que los han representado estos años puedan también por su lado el tomar esa misma decisión y formar parte de sus listas. Al PP le viene bien y para ellos es, lo otro es creerse Lázaros y suponer que se les aparecerá un Jesús, la única opción.

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