Opinión

Contumacia y desmemoria

Esta España con memoria de pez que ha perdido la verdadera y real memoria de sí misma, de su propia raíz, de lo que fue y significa y hasta de lo que era, volvía a ser, hace bien poco, borra ya incluso el ayer mismo. Carece de recuerdo alguno que no sea el impreso por el martilleo de las consignas, la propaganda y la mentira.Nada extraño cuando el referente intelectual de sus gentes es el Napoleón de la telebasura y la talla de sus dirigentes agiganta no pasaría el corte, ni en Liliput.

Se ha cumplido ya un año bajo el coronavirus, doce meses de esta peste sin pústulas pero de iguales y letales efectos que amen de acabar con los cuerpos está acabando con la pequeña llama de alma colectiva que teníamos. Que un pueblo que lloraba dando grandes alaridos por el sacrificio de un pobre perro se traga sin pestañear y sin derramar una lagrima ni dar un grito que le escondan debajo de las alfombras de las cifras 30.000 muertos. Más aun, palmotea a quienes le engañaron y les anima a que les sigan engañando.

Por estos días del pasado año no había tele que no voceara la inanidad y pequeñez del virus. Se competía en señalar como perversos agoreros y falaces catastrofistas a quienes incurrían en el terrible pecado de señalar la evidencia y pedir prudencia y alguna media. Fueron los primeros y más insensatos negacionistas. Hoy han logrado que de aquello no quede memoria alguna ni se les reproche su insensatez y su desidia que, muy probablemente, supuso añadir mortandad a la pandemia. No solo ello. Hoy alardean de ser haber sido y ser los adalides del combate del que ya se han declarado vencedores un par de veces. Y no deja de ser lógico que ellos lo intenten pero lo que resulta en verdad inaudito es que el conjunto de una población se lo coma a dos carrillos y se relama las comisuras.

Hay más todavía. Quienes cometieron los más flagrantes, descabellados y mortales desatinos no solo no hacen ejercicio de reflexión alguno sino que alardean de haberlos perpetrado. Fue clave aquella fecha del 8-M. Pues bien hay tienen a las delirantes tropas hembristas de Montero, me niego a insultar a las feministas calificándolas como tales, dispuestas a repetir su hazaña de colocar aspersores al virus aunque en verdad “nos vaya la vida en ello” (al menos Calvo ha rectificado) pero no a ellas sino a todos nosotros.

Bien sé que recurrir a los hechos y apelar a la memoria de nada sirve en esta sociedad amodorrada, que se niega a contemplar la realidad porque al hacerlo emerge su propia indignidad y miseria y le da igual el que con obscenidad la tomen por estúpida. Pero aquí como prólogo a la fecha les dejo lo que el ínclito experto en trolas, el contumaz vocero de las risitas y los disparates dijo allá por entonces al ser preguntado por la conveniencia de acudir a concentraciones masivas tras haber también por entonces declarado inútiles y estorbo a las mascarillas. “Yo no le recomiendo a nadie nada… cada uno tiene que expresar sus ideas como considere… si mi hijo me pregunta si puede ir, le voy a decir que haga lo que quiera”.

Cien mil muertos después ahí sigue Fernando Simón con sus consejitos placebo de colega. Ahora se le ha ocurrido decir que es más peligroso es ir de costalero en Semana Santa. Con su risita y buen rollo, tan contento. Riéndose de todos nosotros. Y de los cien mil muertos.

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