Opinión

Un barco en una botella

El gobierno sanchista es un barco metido en una botella. Sánchez, oficialidad, marinería y tripulación, todos ellos, viven dentro del cristal, amparados del oleaje exterior y aislados de los vientos.

El fenómeno no es nuevo, los políticos y quienes les rodean, los periodistas dedicados a su seguimiento en muchas ocasiones, acaban siendo afectados. El mundo, el océano, se reduce a ese espacio protegido donde se mueven y se pelean. En el caso del actual gobierno esto ha llegado al paroxismo en ocasiones, las encuestas del CIS han sido eso durante años, aunque en este existe además una diferencia. No son uno sino dos los barcos y las botellas, atadas la una a la otra. En uno se bambolea el PSOE, en el otro Podemos.

La percepción exterior va perdiéndose a medida que se suceden los días dentro y el alejamiento de lo que fuera se mueve se acrecienta a tal punto de que no solo ya no se percibe la realidad sino que confunde a tal punto que los improperios se suponen alabanzas. Lógico: solo se relacionan entre ellos y solo escuchan a quienes les halagan.

Resulta estremecedor el nivel de desconexión que han alcanzado, pero es aún más pasmoso comprobar que no saben hasta donde llega el hartazgo y el cabreo con ellos. No lo saben ni los afectados pero también, y no sorprende nada, que los comunicólogos y opinadores sigan como dos de los tres monitos, tapándose los ojos y los oídos. La boca no porque de hablar no paran.

El rechazo, que ahora ya está rompiendo todas las costuras, se fue larvando de una manera silenciosa al principio. Tanto que no se notaba apenas. Es más, parecía que todo les era perdonado, desde las mentiras más obscenas hasta las acciones más ofensivas contra toda dignidad y justicia Y puede que sigan creyéndolo, que bastará una finta para que se vuelvan al redil entre balidos. Que acercar al asesino de Miguel Ángel Blanco para que a nada le dejen ya tres cuartas partes libre, está ya descontado porque total ya llevan 200. Eso y todo lo que jamás nunca, nunca, nunca iba a hacerse. Le faltó jurarlo por sus muertos.

En el cabreo se mezcla todo, estas y otras, aquellas y las de más allá y se revuelve y se cementa con el ingrediente esencial del bolsillo, al que no han dejado de asaltar desde el minuto uno, el de nosotros claro y que ahora ya está solidificado.

¿Vuelta atrás? Todo es posible pero también lo es, y más probable, que lo que se acelere es el descredito y el derrumbe. El suponer que sacar a Sánchez en procesión, escoltada, a 30 mítines, será como el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, es quizás el peor síntoma. El que demuestra que están metidos en la botella.

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