Opinión

Nos equivocamos de independencia

Agosto se acaba y con él comenzamos un nuevo curso político. El histórico verano que hemos pasado de calor entra en su recta final y el ...

Agosto se acaba y con él comenzamos un nuevo curso político. El histórico verano que hemos pasado de calor entra en su recta final y el mes de septiembre se prevé entretenido. Estando en campaña electoral continúa viviremos unas nuevas elecciones, las de Cataluña, ya marcadas por el reto soberanista que ha lanzado Artur Mas al gobierno central. Veremos si las presuntas comisiones del 3% le pasan factura y en caso de una hipotética victoria hasta donde lleva su proyecto de independencia. Porque al menos hasta ahora esa es la principal propuesta que se ha conocido de la candidatura de la que forma parte. No obstante hay otra independencia que sale menos en los telediarios y de la que apenas hablan los políticos de uno y otro color, pero mucho más importante para todos: la independencia judicial.

Quizá sea porque de no existir empezamos a olvidarla, pero hubo un tiempo en el que la independencia era fundamental en el Poder Judicial de las democracias modernas. Con ella se evitaba que nadie pudiera influir en la aplicación de la Justicia. La independencia judicial era, dicho de alguna forma, la garantía que teníamos los ciudadanos de que incluso quienes ejercían el poder podían responder por su mal uso. Pero esa garantía era un problema para quienes vieron en el poder una oportunidad de lucrarse y decidieron ir mermándola de alguna forma. Para ello lo primero fue hacer que el político de turno eligiera los miembros del Poder Judicial, el órgano que dirige a los Jueces. En segundo lugar se subordinó el Ministerio Fiscal a los intereses del gobierno. Con esto gran parte del trabajo ya estaba hecho y las consecuencias son fáciles de ver. Y es que es cuanto menos curioso que jueces próximos al Partido Popular juzguen a los imputados de la trama Gürtel, por ejemplo.

Lo que viene después está directamente relacionado con esto. Cuando los ciudadanos empiezan a tener serias dudas sobre la independencia judicial y los verdaderos intereses que hay detrás de ciertas decisiones judiciales de importante transcendencia política comienzan asimismo a querer tomar las riendas del asunto también. De ahí que las peticiones de libertad de ciertos ciudadanos, especialmente ligados a casos de especial sensibilización social hoy en día como desahucios, robos o alteraciones del orden público, cobren una relevancia mediática y popular. En los últimos días estas peticiones han sido portadas en la prensa, hasthtag en twitter o tema principal de tertulias televisivas. Se trata en definitiva de querer influir también en las decisiones judiciales aunque se desconozca la base legal de determinados planteamientos. Es la defensa del pueblo frente a sus políticos, la reacción a la acción, pero otra manera en definitiva de atacar la independencia judicial.

Por todo ello es el momento de que la Justicia no solo sea independiente, sino que además lo parezca. Es el momento de que las principales formaciones políticas de este país hablen también de una reforma en el seno del Poder Judicial y por la que saquen de él sus sucias manos. Los ciudadanos deben volver a confiar en la Justicia sabiendo que no siempre es justa, pero que es el sistema menos malo para la resolución de los conflictos. Para eso es imprescindible recuperar la independencia judicial. Y probablemente empezar a hablar de esta independencia sea también una de las vías para empezar a solucionar el problema de la otra.

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