Opinión

Sánchez voluntarista

Sin novedades reseñables en el discurso del presidente del Gobierno, tras su paso por Antena 3 este lunes. En todo caso, lo previsible:

En el terreno económico, insiste en desdramatizar la espiral inflacionista (“será coyuntural”, sostiene) y anuncia que las pensiones no perderán poder adquisitivo. De los funcionarios no dijo lo mismo. Y entonces planeó sobre la entrevista el clima creado en España con los recortes del “decretazo” de Rodríguez Zapatero en la primavera del año 2010.

En lo político, mantiene el calendario electoral con unas generales a finales de 2023 o principios del 2024. Más pegado al aquí y ahora, endurece el tono contra su principal competidor, Núñez Feijóo, que se lleva cada vez mejor con las encuestas. Dos pedradas contra el PP: una, sus relaciones con la ultraderecha; otra, los problemas de corrupción cosidos a las siglas del partido conservador, ahora por cuenta del caso de las mascarillas en el Ayuntamiento de Madrid.

A pesar de que Sánchez aseguró que se cumplirá el legalizado compromiso (diciembre 2021) de garantizar el poder adquisitivo de las pensiones, no quedó claro si se aplicará mecánicamente la subida en paralelo a la subida del IPC, sea la que sea, aunque en el actual contexto suponga disparar el gasto público por encima de los 15.000 millones de euros.

¿Se lo puede permitir una economía carcomida por la deuda y el déficit públicos?

Se supone que no. Salvo que la realidad se adapte al voluntarismo de Sánchez cuando apuesta por una bajada del IPC “muy abrupta” dentro de unos meses. Ojalá que las cosas vengan como dice el presidente. Pero de momento los nubarrones están muy lejos de desvanecerse.

La tormenta anticipa el precio de la energía, irremediablemente ligado a la continuidad de la guerra de Ucrania, que no tiene visos de terminar. Y el precio de la energía no es más que el telonero de desgracias mayores. Aquí nos preocupa la desbocada factura de la luz, como sensor del malestar social que ya no solo afecta a las familias vulnerables, sino que se extiende al creciente empobrecimiento de la clase media.

Ahí estamos, con la llamada “excepción ibérica” sin resolver (frenar por decreto el precio del gas como componente del recibo de la luz), porque en Bruselas no acaban de entender la fórmula propuesta en su día por Sánchez.

Precisemos: el precio de la luz no es más que un sensor de la espiral inflacionista, que a su vez genera pérdida generalizada de poder adquisitivo y deterioro de una economía tan vulnerable como la española.

Esos son los factores que están zarandeando el tablero económico, social y político, de forma que no se corresponde con el voluntarismo mostrado por Pedro Sánchez este lunes ante las cámaras de “Espejo Público”.

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