Opinión

Lo de Iglesias

Lo del vicepresidente del Gobierno y líder de Podemos, Iglesias Turrión, es un caso notable de esquizofrenia política. Como un dios Jano de mercadillo. Al tiempo en el Gobierno y en la oposición, en el sistema y en el antisistema, sin saber si se debe a los ciudadanos o a sus seguidores.

Lo último de este singular representante del narcisismo-leninismo en la política nacional ha sido poner en cuestión la calidad de la democracia española. No dejo de hablar solo desde entonces, porque él mismo es una prueba viva de la falta de calidad del sistema y, al mismo tiempo, de que vivimos en una democracia plena. Si no ¿cómo se explica su presencia en el Gobierno de la nación sin que el sistema se tambalee?

Curiosa derivada, por otra parte, la reacción del socio. La parte socialista de la alianza que nos gobierna se muerde la lengua y, por no decir lo que realmente piensa de este compañero de viaje, endosa sus insidiosas declaraciones al clima electoral. Como si en una campaña electoral valiese todo ¿Puedo decir, entonces, que Iglesias es un fascista, si de cara a las urnas todo se perdona? No lo haré. No se debe recurrir a esa descalificación con la ligereza que lo hacen los populistas de Iglesias y los nacionalistas de Otegui, entre otros. Sería poco amistoso y probablemente injusto sostener que Iglesias es un fascista. Solo es un matón blanqueado en el laboratorio de una Facultad de Ciencias Políticas.

La urdimbre del culebrón, como se sabe, tiene su origen en unas declaraciones del ministro ruso de Asuntos Exteriores que, ante Josep Borrell, alto comisario de la UE, respondió a los reproches por el caso Navalty mediante una intolerable comparación con los "presos políticos" y "exiliados" catalanes. Lo cual ha dado lugar a un surrealista alineamiento de Puigdemont, Putin e Iglesias en la tesis de que España no puede dar lecciones de democracia. Ni siquiera a quienes recurren al envenenamiento del adversario político. Qué cosas. Nunca hubiera imaginado que Iglesias se iba a convertir en un inesperado defensor de Rusia, como un paraíso de libertades si se le compara con la "incompleta" democracia española.

Entiendo que el vicepresidente esté atacado de contrariedad ante la insistencia de los jueces en mantener vivos los casos "Dina" y "Neurona", y también ante las críticas recibidas por el acoso a periodistas desde una publicación afín a Podemos. Pero me permito señalar que tiene dos tareas pendientes: 

Una, leerse el informe de "The Economist" sobre la posición de España en el ranking de las 23 democracias más avanzadas del mundo. Y otra, memorizar estas frases del galardonado Carlos Alsina: "El silencio de la prensa libre es la muerte de la democracia. Hay fuerzas que están deseando acabar con las dos a la vez".

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