Israel y los derechos humanos

No estaría en su sano juicio quien hubiera creído que el Gobierno de Netanyahu permitiría que se saliera con la suya la ONU flotante que navegaba hacia Gaza con la publicitada intención de prestar solidaridad y ayuda humanitaria a la torturada población civil del enclave arrasado a sangre y fuego por el Ejército de Israel.

Es un sarcasmo la pura referencia a la "zona de exclusión" que un país en "guerra" (uso ese término sólo para entendernos, pues nada tiene que ver con una guerra tan desigual entre las partes) puede decidir para disponer de una franja de seguridad por tierra (ZEM) o por mar (ZEAM). Está regulado en el Derecho Internacional que, entre otras cosas, exige una comunicación previa de advertencia que los barcos o los aviones de países terceros no pisen la línea perimetral de esa zona.

Pero hablo de sarcasmo porque el Gobierno de Israel se burla de todos y cada uno de los preceptos de la legalidad internacional, empezando por la atribución unilateral de soberanía sobre aguas que no son suyas, así como de todas y cada una de las leyes de la guerra, incluidas las de respuesta a una agresión militar o un atentado terrorista.

Además, Israel se ha pasado por el arco del triunfo los derechos humanos. Sin embargo, en su operación para interceptar a la flotilla "Global Sumud" ha tratado con guante de seda a los embarcados, si es que caemos en la políticamente incorrecta tentación de comparar con el trato de "desechables" ("parias de la tierra", en la épica de la izquierda clásica) reservado a los gazaties.

Ningún reproche al trato recibido por las personas implicadas en lo que desde el principio las autoridades israelíes consideraron una "provocación", aunque los afectados la hayan calificado de "agresión activa". Simplemente resalto la diferente vara de medir que el Gobierno de Netanyahu tiene a la hora de aplicar el respeto a la dignidad humana, que se supone universal e indiferenciada.

En España Sánchez se venía arriba en su deber de garantizar la "protección diplomática" de los españoles de la flotilla. También el ministro Albares se envalentonaba declarando que a los ya desembarcados "no se les puede acusar de nada".

Lástima que al menos una mínima parte de las consideraciones de Israel con los participantes en la "Global Sumud" no se haya contagiado a quienes están perpetrando la salvajada contra personas desarmadas y hambrientas (ancianos, mujeres y niños, incluidos) en la franja de Gaza. No cuadra que las cancillerías europeas echen el resto en la protección de los activistas (Macron advertía de que Francia respondería si se produjeran "acciones inaceptables", ¡qué valiente!), pero no sean tan duros si se trata de los gazatíes que a diario aplasta la bota militar de Tel Aviv.

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