Illa y el prófugo
El nacionalismo catalán funciona como especie protegida en el ecosistema político vigente durante esta última parte del reinado de Sánchez. La que se corresponde con la Legislatura alumbrada en las elecciones de julio de 2023. La que se inspira en la doctrina de la necesidad como fuente de virtudes, bien explicada por los teólogos de la Moncloa al saber que no habría pedestal para el todavía presidente del Gobierno si Carles Puigdemont, un perseguido por la Justicia española, no ponía sus siete diputados al servicio de la causa.
¿Un delincuente (solo su condición de prófugo le ha librado de la condena que recayó sobre otros por hacer exactamente lo mismo que él en octubre de 2917), como clave de la gobernabilidad?
Así es: una anomalía, avería en el funcionamiento de las instituciones, fallo del sistema, situación aberrante...
Lo curioso es que el señalamiento ha sido cosa del propio Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat, líder confuso de la derecha nacionalista de Cataluña y dueño de la voluntad de los siete diputados de Junts cortejados por el PSOE para hacer "de la necesidad, virtud". Es lo más relevante en la estela informativa del reciente encuentro en Bruselas del prófugo con el presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa. Palabra de Puigdemont: "La entrevista solo ha servido para constatar que no vivimos en una situación de normalidad".
Pista para el artista. Hagan sitio a este cráneo privilegiado que nos abre los ojos. Gran descubrimiento del nada honorable expresident. ¡Eureka¡
¿Y tú me lo dices? La anormalidad eres tú.
He aquí las dos moralejas cosechadas tras la comentadísima hora y media de charla de Illa con Puigdemont en la embajada catalana en Bruselas. Mientras éste apuntó a la rareza del momento, aquel celebró el encuentro con una frase enlatada especialmente para la ocasión: "El diálogo es el motor de la democracia".
Pero no hay democracia sin reglas del juego derivadas del Estado de Derecho que impone, entre otras cosas, el dogma civil de la separación de poderes. Justo lo que habilita a los jueces -no a los gobernantes- para determinar si un ciudadano ha cometido o no ha cometido un delito a la luz de la legislación vigente.
A més a més, se insulta la inteligencia de los españoles cuando se sostiene públicamente que romper el aislamiento del prófugo contribuirá al progreso de Cataluña, de manera que procede pedirles a los jueces que apliquen la amnistía a Puigdemont en nombre de la convivencia y la pacificación en aquel rincón del Estado.