Opinión

Illa, el talante

n medio del vendaval sea bienvenida la presencia de personas templadas en la sala de máquinas. Salvador Illa, candidato a la presidencia de la Generalitat y ya exministro de Sanidad, es un hombre tranquilo. Aportará sosiego a la vida política de Cataluña, y por tanto a la nacional, cuando más falta hace.

Su buen talante ilustra su escalada en índices demoscópicos de conocimiento y valoración. Lo cual deja abierto el debate político y mediático sobre la gran diferencia entre las aceradas críticas a su gestión como ministro y el crecimiento de su figura en las encuestas. Que es valor en alza se demuestra no solo en los favorables augurios en los sondeos. También en el visible ataque de contrariedad de los partidos independentistas ante el más que probable fallo del TSJC contra el aplazamiento de las elecciones del 14 de febrero. Así pierden la ocasión de ganar tiempo para enfriar el llamado «efecto Illa». Y, en consecuencia, desactivarlo como palanca contra una eventual vuelta a las andadas («Lo volveremos a hacer», dicen).

Illa se ha revelado como el ariete de Moncloa en su inesperado desafío contra el independentismo, tal y como lo expuso el presidente del Gobierno en su discurso ante el último Comité Federal del PSOE, celebrado precisamente en Barcelona. Con diálogo inspirado en el «reencuentro» y la conciliación. Sin alimentar la política de bloques y el declarado propósito de pasar página. Ningún perfil tan adecuado para intentarlo como el del ex ministro de Sanidad.

La decisión de Sánchez (táctica, por supuesto) es utilizar el dicho «efecto Illa» en el objetivo de cancelar la malograda década del «proces».

Aunque para eso tenga que interrumpir su luna de miel con ERC. Al menos durante la campaña. Luego Dios dirá. O sea, los números. Incierto desenlace en un tablero tan fragmentado como el de Cataluña, pero el presidente del Gobierno y líder del PSOE espera contar con la pacificación de Cataluña (más gestión, menos tribalismo) como uno de los tres pilares sobre los que piensa consolidarse en el poder.

Los otros dos nos remiten a la vacunación que nos saque de la crisis sanitaria y los multimillonarios fondos europeos que nos saquen de la crisis económica. A la espera de ver por donde sale el sol, a Sánchez apela a la autoestima de los españoles, a la confianza en sí mismos frente al «miedo» y la «incertidumbre» que nos acechan mientras seguimos perdiendo riqueza, crecen las colas del hambre, se van los turistas, baja nuestra esperanza de vida y se hunde la natalidad.

Contra eso, que no falte el optimismo. El candidato socialista a la Generalitat y ya ex ministro de Sanidad ha dicho: «Ya estamos vacunando. Es el principio del fin». Ojalá.

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