Opinión

El momento más difícil

El parte de guerra del lunes (informa el comité de seguimiento) nos dio una noticia buena y otra mala en voz del coordinador, Fernando Simón. La buena nos habla de desaceleración en el incremento de contagiados (14%, el más bajo desde el principio de la pesadilla) relacionado, a su vez, con el número de altas. La mala nos alerta de un preocupante aumento en el número de sanitarios contagiados.

El minuto y resultado de la batalla contra el coronavirus (33.089 infectados, de los que 2.182 son fallecidos, 2.355 en la UCI y 3.355 curados) viene con una lucecita en la frente: cerca del pico en la maldita curva, por efecto de la correcta aplicación de las medidas. Así que esta semana llegaremos al momento más difícil. A partir de ahí solo cabe "desescalar" el incremento de las cifras. Hasta el aplanamiento de la maldita curva. Y sin descartar el riesgo de un contraataque del virus en segunda oleada.

Esa tendencia podría frenarse al extenderse la práctica de pruebas de diagnóstico rápido (640.000 para las CCAA) que empezaron a distribuirse el fin de semana. Por simple efecto estadístico, pues la práctica generalizada de los mismos, ya incluidos pacientes con síntomas leves, aumenta la base de cálculo. Por la misma razón, disminuirá el porcentaje de fallecidos.

A los demás nos toca hacer los deberes, por incondicional adhesión a la doctrina oficial sobre el confinamiento: solidaridad, disciplina, unidad de acción, responsabilidad, cooperación, sacrificio, buena voluntad y moral de victoria. El mejor arsenal en la guerra contra el enemigo público número uno.

Las medidas decretadas se están cumpliendo. Se apoyan en el civismo del pueblo soberano. Y, sobre todo, en la buena voluntad de la gente y las fuerzas de seguridad para gestionar excepciones (sacar al perro, ir a la farmacia, comprar en el supermercado). Proporcionalidad y sentido común. Con firmeza, pero con flexibilidad y sin rigideces.

Seamos positivos. Y abiertos a lo que da de sí un confinamiento por lo que tiene de introspección en lo individual y de catarsis en lo colectivo. A mí, entre otras cosas, me ha dado por releer La Peste (Albert Camus, 1947), inesperadamente actual. Y en lo colectivo, atentos al resultado del stress-test sobre el sistema occidental que nos arropa, con muy posibles cambios en las relaciones de poder global de la envejecida y descabezada UE con China, Rusia y Estados Unidos.

A escala nacional la catarsis del coronavirus ha consistido en eclipsar asuntos de menor cuantía o la relativización de asuntos que alimentan los circuitos políticos y mediáticos: el conflicto catalán, los huesos de Franco, el culebrón del rey emérito, la liga nacional de fútbol, etc.

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