Opinión

Lo de Ceuta y Melilla

Nadie puede hacerse de nuevas a estas alturas. Marruecos utiliza el sueño de los desfavorecidos, incluidos los propios, para recordar a España que Ceuta y Melilla son marroquíes. Y que antes o después volverán al regazo del reino alauí, aunque hace seiscientos años, cuando empezaron a ser españolas por su pertenencia al reino de Castilla, la familia de Mohamed VI ni estaba ni se la esperaba.

Pero eso es historia. El aquí y ahora de lo ocurrido en Ceuta (en menor medida, también en Melilla) nos remite al desbordamiento a nado de la frontera por parte de miles de miles de personas que bracean por buscarse la vida. Algo que hubiera sido imposible sin la pasividad culpable de las autoridades del país vecino, poniendo en juego el principio de integridad territorial que el Gobierno español está obligado a defender si de verdad "Ceuta es tan España como Segovia" (ministro Marlaska)

Todo eso se esconde en la corriente humana que, por deliberada desidia fronteriza, nos envía el Gobierno del país vecino a sabiendas de que no se utilizará la fuerza contra personas indefensas. Es el mismo método que Marruecos ya utilizó en noviembre de 1975 ("marcha verde") para expulsar a España del Sahara occidental.

Así los miserables se convierten en involuntaria carne de cañón de los planes soberanistas de Marruecos. El pretexto es lo de menos. Ahora ha sido la hospitalidad dispensada a escondidas por España al líder del Frente Polisario (Sahara para los saharauis), Brahim Ghali. Pero en el futuro será cualquier otro, incluida la recurrente reclamación española sobre Gibraltar en nombre de su reintegración al territorio nacional. Lo mismo que esgrime Marruecos para Ceuta y Melilla, como dos anomalías en su propia geopolítica. Es un modo de reconocer nuestra debilidad argumental frente a un país con el que tanto España como la UE están en deuda. Por la estabilización en una zona con alto riesgo de contagio de radicalismo islámico y de dramática desigualdad entre los dos mundos separados por la frontera que gestiona Marruecos.

De todo esto parece haberse dado cuenta con retraso Pedro Sánchez. La firmeza de la reacción oficial es un acuse de recibo en toda regla respecto al mensaje del vecino y amigo. Ante un desafío implícito, una respuesta explícita: firmeza y determinación en la defensa de nuestras fronteras, que también son las de la UE. Reacción oficial compartida por el principal partido de la oposición. Y eso era compatible con la crítica legítima que este miércoles formuló en sede parlamentaria el líder del PP, Pablo Casado, sobre los errores cometidos antes de llegar a esta situación. La dura réplica de Sánchez no ayudará a que la desinflamación de la crisis diplomática con Marruecos se corresponda también con una desinflamación de las relaciones del Gobierno con la oposición en un problema de Estado como este.

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