Opinión

Casado y Rufián se tocan

Dos noticias en el culebrón de Cataluña. Una buena y otra mala. La buena es la contundencia de Sánchez sobre la imposibilidad de un referéndum de autodeterminación en el vigente marco legal, salvo previa operación de modificación de la Carta Magna por tres quintos del Congreso (210 diputados). La mala es que casi nadie le ha creído.

Mala noticia es también que la incredulidad ante la firmeza del presidente del Gobierno haya hecho el estrambótico milagro de alinear a la derecha con los independentistas. Véase la reacción del presunto aliado de Sánchez, Gabriel Rufián (ERC) cuando le dijo en el Congreso: "Lo mismo dijo sobre los indultos". Es una réplica calcada de la de Pablo Casado, líder del PP, y eso es preocupante. Que Casado y Rufián, tan distintos, tan distantes, tan opuestos, arremetan con las mismas palabras contra la falta de credibilidad de Pedro Sánchez es, efectivamente, un efecto estrambótico sobre la desquiciada política nacional.

Lo ocurrido ha dado lugar a todo tipo de chanzas sobre la devaluada palabra del presidente, pero quienes las hacen ignoran deliberadamente, maliciosamente, que no se puede comparar la cuestión de los indultos con la del derecho de autodeterminación.

Los indultos estaban de la mano de Sánchez. No había mayoría parlamentaria ni sentencia judicial que pudiera pararlos. Es prerrogativa del Ejecutivo. En cambio, el derecho de autodeterminación, previa reforma del texto constitucional necesita algo más que la voluntad de Sánchez. Ahí su credibilidad o no credibilidad es irrelevante. No importa, si por medio no hay una mayoría parlamentaria "reforzada". Sánchez y los nacionalistas tendrían que seducir a 210 diputados, al menos, para llevar a cabo una operación que hoy por hoy es pura quimera.

No es la primera vez que Casado y Rufián se tocan. Ambos utilizaron el argumento de la debilidad del Estado como causa inconfesable de los indultos. Uno para celebrarlo y el otro para lamentarlo, pero ambos incorporan a su respectivo relato la idea de que magnanimidad es en realidad claudicación. Por ahí iba la presidenta del Parlament, Laura Borras, cuando hace unos días homenajeó a los indultados del "proces": "Os perdonan porque teníais razón".

Un tercer elemento refuerza los tonos surrealistas de la policía nacional: que Sánchez haga depender la estabilidad política de España de fuerzas políticas que buscan en la inestabilidad de España una alfombra de acceso hacia sus reivindicaciones incompatibles con la Constitución. Ni siquiera eso. Los teóricos aliados de Sanchez ya han dicho por poca de su líder, Oriol Junqueras, que los indultos no suponen automáticamente el voto favorable de sus 13 diputados a los PGE de 2022.

¿No es verdad que la política española está cada vez más desquiciada?

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