Opinión

El reto: la gobernabilidad

Las apelaciones a la moderación y al temor de que la ultraderecha resucitase el franquismo, amén de un uso inteligente del BOE, fueron los resortes movilizadores del voto socialista. Suficiente para confirmar la certeza previa (gana Sánchez) pero insuficiente para despejar la duda consecuente: ¿podrá gobernar? Se despeja a medias. Lo hará, no se sabe con quién. Sus 123 escaños no le dan para hacerlo en solitario.

El triunfador de la noche, tiene dos opciones de gobernar con mayoría absoluta. Una, solo con Ciudadanos. Otra, con Podemos y nacionalistas, los mismos compañeros de viaje que le llevaron a Moncloa tras la moción de censura a Rajoy. La primera supone condicionar la gobernabilidad a enemigos del Estado. El propio Sánchez ha dicho que "no son de fiar". La segunda choca con la aversión mutua de las partes concernidas. "¡Con Rivera, no!", gritaron los militantes socialistas. Y Rivera, por su parte, ha dicho que "echar a Sánchez es una emergencia nacional".

Atentos a la pantalla. Sánchez no fue explicito la noche del domingo. Solo advirtió de que no pondrá cordones sanitarios a nadie. "A diferencia de lo que hacen otros", dijo en referencia a Albert Rivera. De modo que la aversión de ambos líderes es un inconveniente pero no un impedimento.

El otro triunfador de la noche, por su espectacular irrupción en la política nacional, fue Santiago Abascal. Con efectos colaterales. Bueno para el PSOE (miedo a la ultraderecha) y malo para el PP, pues ha puesto a los pies de los caballos a Pablo Casado, que ha conducido a su partido a su segunda derrota histórica. La primera fue la de 2004, también de la mano de Aznar, ahora rescatado como contrapunto a la apatía ideológica de Rajoy.

Tampoco es desdeñable el subidón de Ciudadanos. Casi dobla el número de escaños. Sin embargo, es grave su fracaso en Cataluña, donde quedó desbordado por ERC, JxCAT, En Comú-Podem y el PSC de Iceta. A todos ellos los había superado en las ultimas elecciones autonómicas. Pero pasar de primera fuerza en autonómicas a quinta en generales en menos de año y medio revela una pésima gestión de la primacía obtenida entonces. No parece que sus votantes hayan aplaudido la reorientación de Inés Arrimadas hacia la política nacional.

En cualquier caso, el desplome del PP, que pierde la mitad de los escaños conquistados en las elecciones de 2016, permite a Albert Rivera y Santiago Abascal presentarse como ganadores en el bando de la derecha. Ciudadanos refuerza sensiblemente su posición en el Parlamento (pasa de 32 diputados a 57). Y Vox, con sus 24 escaños, confirma la irresistible ascensión que le anunciaban todas las encuestas, aunque la indiscutible victoria electoral del PSOE va a cursar como desactivador del miedo europeo a un peligroso contagio del populismo en la política española. Una buena noticia del 28-A.

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