Opinión

La "ocurrencia" de la fusión de Ayuntamientos

El Presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, Abel Caballero, ha hecho unas declaraciones calificando la propuesta de fusión de Ayuntamientos como una “ocurrencia” del expresidente Rajoy y del exministro Montoro, obviando a todos los que llevamos años en esa senda y ninguneando los trabajos realizados al respecto, elaborados con absoluta independencia e imparcialidad de cualquier Gobierno.

Dice el Presidente de la FEMP que “los pequeños Ayuntamientos y sus alcaldes hacen una función inestimable y cumplen un papel esencial para evitar la despoblación de pequeños núcleos”. Sin embargo lo cierto es que desde el año 2000 hasta hoy los Ayuntamientos de menos de 1.000 habitantes han perdido casi 140.000 habitantes, el 9 % de su población, mientras que los que son algo más grandes, de entre 5.000 y 7.000 habitantes, que es hacia donde yo propongo encaminarnos, aumentaron su población en 340.000 vecinos, es decir, un 19,5 % de incremento. Por lo que la realidad es tozuda y por mucho que esos Alcaldes de pequeños municipios se esfuercen al final sus vecinos se marchan a otros, muchas veces cercanos, generalmente sus cabeceras de comarca, pero con una mayor oferta de servicios y, por lo tanto, mejor calidad de vida.

También dice el Sr. Caballero que los Alcaldes de estos pequeños municipios no cobran nada. Y es cierto en muchos casos, sobre todo en los que es muy difícil justificar la existencia de un Ayuntamiento, pues no podemos olvidar que en España el 61 % de ellos tienen menos de 1.000 habitantes y 1.271 no llegan ni a los 100 vecinos. Pero esa afirmación sobre la falta de emolumentos es cada vez más una “leyenda urbana” pues según los datos oficiales de la última liquidación presupuestaria publicada por el Ministerio de Hacienda, el gasto en concepto de retribuciones políticas, sin contar las asignaciones por asistencia a sesiones, dietas, etc., en los Ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes fue de 117 millones de euros en 2016, lo cual no es exactamente igual a nada.

Con estas declaraciones el Presidente de la FEMP dice dar por “absolutamente cerrado” el debate sobre la fusión de Ayuntamientos, aunque afortunadamente no es él quien abre y cierra estos debates, sino que es algo que está en la sociedad y sobre lo que algunos seguiremos estudiando, escribiendo y proponiendo. Porque no es posible cerrar un debate en el que deba ponerse encima de la mesa si para afrontar los retos que tienen los Ayuntamientos en este Siglo XXI pueden seguir manteniendo su estructura del Sigo XIX. No se puede cerrar un debate en el que deba discutirse sobre el destino de los recursos que aportan los vecinos a sus respectivos Ayuntamientos, cuando en los de menos de 5.000 habitantes el principal capítulo de gasto es el de las actuaciones de carácter general, o lo que es lo mismo, gastos de organización y funcionamiento, y por lo tanto improductivos, mientras que si superamos esa barrera de los 5.000 habitantes el principal capítulo de gastos es el de los servicios públicos básicos. Es decir, no se puede dar por absolutamente cerrado el debate sobre si el dinero de la gente debe ir prioritariamente a sufragar los gastos propios de la existencia de una Casa Consistorial, con todo lo que ello conlleva, o deberían ir a la mejora de los servicios y por lo tanto de la calidad de vida de sus habitantes, sobre todo cuando estos ya han decidido, de ahí la continua despoblación de los pequeños núcleos y su triste marcha a otros pueblos cercanos con mayores posibilidades.

Por todo ello creo que el Presidente de una institución tan importante como la FEMP debería reflexionar más antes de hacer determinadas declaraciones, no banalizando debates y mucho menos sin dar ningún argumento más allá de algunos “chascarrillos” y declaraciones vacías, pues esto no sólo califica a quien las hace sino, y sobre todo, afecta a la organización que representa, que no olvidemos que en sus siglas tiene la palabra “municipios” y no “alcaldes”, y es precisamente por aquellos por los que debería trabajar por encima de los intereses de éstos.

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