Opinión

Voces del arroyo

Hay al menos dos señoras en el Partido Popular que, al parecer, sienten una incontrolable necesidad de expresar oral y públicamente su escaso afecto por los parados y por los pensionistas, y lo expresan. Otros de su mismo partido, en el poder desde hace seis años y medio, lo expresan de distinto modo, arbitrando políticas antisociales en perjuicio de dichos colectivos, pero a esas dos señoras se ve que les gusta verbalizar ese asquito hacia los pobres, y lo verbalizan.

La una, Andrea Fabra, se hizo tristemente célebre al recomendar a los parados a grandes voces, nada menos que en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, que se jodieran (sic) ante los brutales recortes que acababa de anunciar el gobierno de su partido. Semejante invitación al estoicismo, al desasimiento de lo material, al ayuno y a vivir debajo de un puente, expresada de esa forma tan arrabalera, no acabó, sin embargo, con su carrera política, por llamarla de algún modo.

La otra, Carmen Martínez, la que sintió el otro día unas ganas tremendas "de hacerles un corte de mangas de cojones (a los jubilados que interpelaban a Rajoy en Alicante) y decirles: ¡Pues os jodeis!", añade a semejante enormidad una mayor si cabe, la de ser ¡Secretaria de Estado de Comunicación! Tampoco su desbarro, salpimentado de voces del arroyo, parece que acabará con su carrera política, por llamar también de algún modo a lo que le permite ganar de esa manera mucho más que su propio jefe, el presidente del Gobierno.

Puede que Andrea Fabra conserve su opinión sobre lo que deben hacer los parados ante los recortes que miserabilizan sus vidas, pero no se sabe que desde su exabrupto en el Congreso haya vuelto a decir ésta boca es mía. Lo de Carmen Martínez, sin embargo, pinta distinto, pues al ganarse espléndidamente la vida con la Comunicación, lo mismo nos comunica, sobre todo a los pensionistas, más cosas. Por desgracia, lo único que tenía que comunicar al mundo, el relato convincente y veraz de lo sucedido en Cataluña en torno al referéndum de pega, no lo comunicó, o lo comunicó pésimamente, cual se percibe en el cuartelillo que se da al fugado Puigdemont y a sus pamplinas en el extranjero.

Hay al menos dos señoras en el PP, al menos dos, que, siendo a lo peor inevitable que piensen como piensan, podrían aspirar al decoro de callarlo exquisitamente.

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