Una semana con un coche eléctrico: ahorré dinero pero a punto del infarto por la batería

Es el más vendido en 2017, tiene 270 kilómetros de autonomía y cuesta 33.000 euros. ¿Compensa comprarlo? ¿Es útil? Así ha sido la prueba

Una semana con un coche eléctrico: ahorré dinero pero a punto del infarto por la batería
photo_camera Una semana con un coche eléctrico: ahorré dinero pero a punto del infarto por la batería

Un reportaje de Sergio Guinaldo publicado en EL ESPAÑOL

¿Y si compramos un eléctrico? La pregunta, de un modo u otro, habrá surgido, irremediablemente, en muchas casas. Es inevitable. Ya saben, que si el medio ambiente, que si el 'impuestazo' al diésel... Hay demasiados indicadores que lo sugieren. Y, en EL ESPAÑOL, hemos 'alquilado' uno durante una semana. ¿El modelo? El Nissan Leaf, el más vendido en España en 2018 (más de 1.200 unidades), un automóvil para el día a día y el uso cotidiano. Una buena opción para saber si se puede vivir en Madrid con 270 kilómetros de autonomía y si se tienen 30.000 euros, precio del vehículo.  

Con él, hemos ido de casa al trabajo, del trabajo a casa; hemos hecho algún recado, hemos montado planes de fin de semana... Lo normal, vaya. En siete días, hemos recorrido más de 300 kilómetros; lo hemos cargado en tres ocasiones (en un garaje particular, en un centro comercial y en una gasolinera). ¿El precio? Tan solo 12 euros.

Sin ruido, sin vibraciones, sin emisiones

¿La primera diferencia entre un coche 'normal' y uno eléctrico? La ausencia de ruido y de vibraciones, la suavidad y la aceleración. ¡Sin duda, recomendable para cualquiera! Pero hay más: acelera más rápido y en menos tiempo al salir de un semáforo.  

En el primer contacto, recorremos 24 kilómetros (del hogar del probador hasta la redacción del periódico) y nos atascamos, como es natural, en la M-30. La autonomía, en este bautizo, baja demasiado rápido. Quizás, se puede achacar al modo de conducción, a la novedad, a la prueba iniciática de aceleración, velocidad y frenada. ¿La certeza? El motor eléctrico compite a la perfección contra uno de combustión en términos de potencia. Nada que objetar. 

En este recorrido, gastamos 80 kilómetros de autonomía de la batería -nos lo dieron con 200-. Nos quedaron, por tanto, 120. Para alguien acostumbrado a autonomías de unos 800 kilómetros de media, asusta en un primer momento contar con tan poca batería. Agobia circular estando pendiente de la batería, del contador instantáneo del consumo.

La bendición, en este caso, es contar, como un servidor, con un garaje en casa con toma de luz: permite dejar cargándolo toda la noche, unas seis horas y media. Intentamos, en esta primera noche con él, desconectar el cable manualmente, pensando en qué ocurriría si lo dejamos cargando en la calle e intentan robarlo. Tarea imposible a menos que, con el mando, des el consentimiento para que finalice la carga.

A la mañana siguiente, la batería queda al 92% con 220 kilómetros de autonomía. ¿El precio? Un euro por cada 100 kilómetros

Consumo menor de lo esperado

Probamos, camino del trabajo, llevar una conducción en el modo 'normal' a la ida y 'ECO' a la vuelta. Además, al poner la marcha directa, activamos un modo de conducción 'B', según el cual el motor retiene mucho más al soltar el acelerador, permitiendo el ahorro de 'combustible' y la regeneración de la batería. Gastamos 20 y 15 kilómetros respectivamente. Menos incluso de la distancia real que separa el hogar de un servidor del puesto de la redacción. 

Entre las sorpresas, el recorrido al Santiago Bernabéu-Atocha, 6,3 km de recta con numerosos semáforos y tráfico denso que discurre por el Paseo de la Castellana, el de Recoletos y el del Prado. El gasto quedó en tres kilómetros negativos según la autonomía. No solo no gastamos, sino que al apenas no pisar el acelerador, el coche almacenó energía extra gracias al sistema de retención del motor.

Nissan Leaf a pie de calle

Paradójicamente, donde el coche más se luce es en los atascos. Mientras que para un vehículo de combustión suponen un tormento (tanto por consumo como por el constante cambio de marchas), en el coche eléctrico las sensaciones se invierten. Sin ruido, sin vibraciones, sin marchas, sin casi consumir nada en cada acelerón y regenerando batería en cada frenada. El estrés que suelen provocar es inexistente

Además, nos olvidamos de parquímetros, de zonas azules y verdes, de estar pendientes del reloj y de las multas.

La odisea de la carga en la capital

Quisimos apurar la batería y comprobar qué pasaba si intentábamos recargarlo en la capital, con el agobio de disponer tan solo de 40 kilómetros de autonomía (en uno de combustión la alerta de la reserva estaría funcionando desde los 100). ¡Casi nos da un infarto! Fue un fracaso de sábado.

Consultamos varias páginas web y aplicaciones con mapas que indicaban la localización de los puntos de carga. En un gran número de puntos, no coincidían. También resultó lioso distinguir puntos públicos, privados, de hoteles, de tiendas, de aparcamientos. Saber cuáles se podía usar, cuáles no, en cuáles tenía que pagar y en cuáles no.

Fuimos, también, a una gasolinera que ofrecía servicio de carga. Pedimos asesoramiento a uno de los empleados de la estación de servicio, quien no pudo explicarnos bien el funcionamiento. "Está dentro de la gasolinera, pero no nos pertenece. Hay que descargarse una aplicación y gestionarlo desde ahí", aclaró.

Resultó ser de la compañía IBIL. Tras el registro y la recarga, no fuimos capaces de poner el dispensador en funcionamiento. El servicio técnico de su 902 me explicaron que "alguien había accionado el botón de emergencia y que por eso no funcionaba". Hasta el lunes no la arreglarían.

Nos desplazamos entonces a un punto de carga en la acera par de la castellana. Estaba ocupado. Más adelante encontramos otro. Reservamos la plaza y nos dispusimos a cargar. Dio el mismo problema que la primera vez. "Sería muy extraño que los dos puntos de carga de IBIL presentasen la misma avería en el mismo día", pensamos. El servicio técnico nos volvió a dar la misma explicación que antes: "Es un error puntual, pronto nuestros técnicos lo arreglarán".

Fuente: EL ESPAÑOL

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