Opinión

Razón grito y palabra

Nos queda la razón, el grito, y sobre todo la palabra. No nos queda el río, el Tajo, no nos queda el agua, pero nos queda la esperanza y el trabajo realizado. A estas alturas el escenario del Tajo es dantesco, tanto en su traza en el territorio, como en el andamiaje jurídico que sustenta una tropelía de sobreexplotación que se acerca al medio siglo. Ayer, la Comisión Europea nos hacía llegar una carta a la Plataforma en defensa de los ríos Tajo y Alberche de Talavera, donde nos dejaba claro que «tomaba nota» sobre las cinco sentencias del Tribunal Supremo, y la inacción al respecto del Gobierno de España.

Pero creo que, siendo importante los frentes que desde hace tres lustros hemos abierto, los logros conseguidos, y el arrinconamiento definitivo –al menos sobre el papel– de la política de aguas perpetrada en España contra el Tajo, ha llegado el momento de reconocer que no es suficiente. No es suficiente porque los colectivos ciudadanos hemos llegado lejos, mucho, casi hasta donde se puede llegar; pero las estructuras políticas y de poder impiden que haya un cambio. El Gobierno de Pedro Sánchez ha sido de media el más trasvasista de la historia, a la par con José María Aznar. El día 1 de octubre, fecha de inicio del nuevo año hidrológico 2019/20, había nada más y nada menos que 159 hectómetros cúbicos del Tajo almacenados en la cuenca del Segura (agua para satisfacer las demandas de Toledo o Talavera durante más de 20 años). La media de agua del Tajo almacenada en el Segura desde junio de 2018 hasta septiembre de 2019, ha sido de 128 hm3, frente a los 53 hm3 de los dos años anteriores. Es decir: se han aprobado trasvases políticos, innecesarios, sólo para mantener la entente social, y los ánimos calmados en el Levante, sin importar un bledo lo que aquí se diga.

Castilla-La Mancha mantiene la linea política marcada desde los primeros años del bonismo. Ya he escrito y explicado que el gobierno de Castilla-La Mancha debería y puede hacer mucho más, no sólo por el Tajo, también por el Segura, el Júcar e incluso el Guadiana. Y es que si no lo hace Castilla-La Mancha, no lo va a hacer otra Comunidad. Delegar las competencias de Agua a Agricultura ha sido un error. Siguen faltando estructuras políticas y técnicas de primera línea, recursos humanos y económicos, y un modelo de desarrollo regional que recupere el uso y disfrute de los ríos, dentro de un marco legislativo europeo de gestión nacional e internacional.

El Tajo está muerto. Es un río sin pulso. Entrepeñas y Buendía vacíos; Madrid y el Canal de Isabel II acaparando lo que queda en el tramo medio, y devolviendo las aguas residuales al Jarama y al Guadarrama con un calidad inaceptable cuando cerramos la segunda década del siglo XXI; en Extremadura los embalses vacíos debido a una gestión hidroeléctrica filibustera, dejando al aire las tripas de centenares de yacimientos arqueológicos, y creando un problema con Portugal por un convenio de Albufeira que deja al río seco durante muchos meses en el país vecino. Y qué decir del estado del río en Toledo o Talavera, donde se ha regado con aguas residuales. ¿Peces muertos? Normal. ¿Se han ofrecido por parte del Ministerio de Transición Ecológica los parámetros fisico-químicos del agua con la que se ha regado y contaminado miles de hectáreas de nuestra vega?

No, no hay que cambiar las reglas del trasvase: hay que cerrarlo. No, no hay que abrir el trasvase a la Mancha. No, no hay que permitir trasvases para “abastecimiento”, porque en el Segura el agua de boca está más que garantizada, e incluso se incumple la Ley de Aguas, siendo la única cuenca hidrográfica española donde los regadíos se anteponen a los abastecimientos. No. El trasvase Tajo-Segura debe cerrarse ya, deben fijarse caudales ecológicos –con sus crecidas correspondientes– en todo el Tajo y afluentes. Entrepeñas y Buendía se deben gestionar al 50-80 % de su capacidad total –como cualquier embalse del mundo– ,y respetar la hiperanualidad que los caracteriza, y que permitió una gestión modélica hasta finales de los años setenta del pasado siglo, con el comienzo del trasvase Tajo-Segura. Se deben recuperar los bosques de ribera, deslindar el dominio público hidráulico, y las ciudades a sus orillas deben usar y aprovechar el río. Madrid debe depurar, y no repartir en beneficios cientos de millones de euros; y hay que poner orden en el Tajo en Extremadura, aunque el río allí sea privado por dejación del Gobierno de España.

Hay mucho trabajo por delante. Pero hay que huir de las acostumbradas políticas de medianías con el Tajo que tan mal resultado han dado a Castilla-La Mancha, y en especial a las provincias de Guadalajara y Toledo. Los ciudadanos hemos estado muy por encima de las circunstancias y de nuestros representantes políticos. Yo no voy a seguir o propiciar el discurso victimista, ni voy a modular ni rebajar las demandas y aguar los mensajes con consignas que se empiezan a imponer. No es mi estilo. Me queda, nos queda, la razón, el grito y sobre todo las palabras. Quizá ellas nos sirvan, dentro de mucho tiempo, para contar e intentar explicar este tiempo de vergüenza.

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