Opinión

¿Prevaricación?

En su alegato final en la vista del caso Noos, el fiscal Pedro Horrach ha vuelto a acusar al juez José Castro. Le imputa "construir un andamiaje sobre sospechas y conjeturas de gran calado y aplauso mediático" con el único objetivo de acusar por delito fiscal a la hermana de Felipe VI. Le acusa también de "primar la apariencia sobre la justicia" hasta lograr que la "instrucción dejara de ser investigación y se convirtiera en persecución", y de elaborar resoluciones "que cobijan convicciones personales", algo incompatible con el sistema penal. Porque estamos al tanto del proceso y en condiciones de identificar a los actores, pero alguien inadvertido, al leer este tipo de acusaciones, podría llegar a la conclusión de que es el juez quien se sienta en el banquillo y Horrach, el abogado defensor de la infanta, objetivo de la persecución de Castro, según su teoría.

Esta andanada del fiscal remata una historia de desencuentros que han dejado tocada una vieja relación personal y profesional forjada durante años en los que pasan más tiempo juntos en la Audiencia que con sus respectivas familias. Porque la pareja Castro/Horrach ha constituido un incansable y eficaz equipo en la lucha contra la corrupción en Baleares hasta que la infanta se cruzó en el camino. Desde entonces, todo el proceso ha estado preñado de escritos del fiscal contra las sucesivas decisiones de Castro en los que le ha acusado de sumarse a una "teoría conspirativa", llena de "especulaciones huérfanas" y asentada sólo en el "ámbito de la rumorología". Dardos que hirieron tanto al juez que llegó a retar al fiscal a que lo denunciase por un delito de prevaricación. Cosa, por cierto, que no ha sucedido.

Ahora todo queda en manos del tribunal sentenciador. Si la infanta resulta culpable, la constancia del juez Castro habrá hecho un gran favor a la justicia que, como recordó el padre de la imputada en un discurso navideño, tiene que ser igual para todos. Y si la sentencia dicta su inocencia, a la infanta no le habrá sucedido nada distinto que a otros ciudadanos que un día se vieron en el banquillo y salieron finalmente limpios del proceso. Y el juez Castro, aunque parezca paradójico, habrá hecho un gran favor a la monarquía, porque nada habría sido tan perjudicial para su imagen que extender la sospecha de que la infanta se hubiera librado del banquillo "por ser vos quien sois".

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