Opinión

Por 40 euros

Resulta chocante que Cristina Cifuentes, que pertenece al primer partido político imputado en democracia, con una nómina de cientos de cargos procesados por corrupción y algunos ya condenados, haya dimitido finalmente por robar un par de botes de crema en Eroski hace siete años. Lo que no hizo su máster fraudulento, que intentó blanquear con documentos fabricados y soslayar, después, con inverosímiles mentiras públicas, lo ha propiciado un increíble hurto de 40 euros cuando ya era vicepresidenta de la Asamblea de Madrid.

La peculiar circunstancia demuestra que lo insostenible no se puede sostener indefinidamente, que el hartazgo ciudadano tiene límites y estalla definitivamente por asuntos que, en comparación, pueden parecer menores, que en la sociedad de la imagen el ver que alguien hizo algo tiene más fuerza destructiva que el sospechar o saber que lo hizo, y que no hay peor enemigo que el compañero de partido.

En el momento de su dimisión, Cristina Cifuentes se ha presentado como mártir, víctima de una campaña de acoso y derribo que ha buscado eliminarla porque ella siempre ha demostrado tolerancia cero en materia de corrupción. Es lo que dicta el argumentario cuando te han pillado, pero destila un insoportable desprecio a la inteligencia de los ciudadanos a quienes prometiste servir.

En todo caso, Cifuentes ya es triste historia. Quedará en su biografía lo que hizo y la indecente manera en que intentó justificarlo. Más preocupante resulta recordar cómo su partido cerró filas con ella y la recibió en su cónclave sevillano con una interminable ovación digna de olvido. Y cómo su secretaria general, María Dolores de Cospedal, intentó matar al mensajero acusándolo, ni más ni menos, que de querer conseguir con sus informaciones lo que un grave accidente de tráfico no logró hace años. Y cómo el mismo Rajoy que hoy alababa que Cifuentes, con su dimisión, había hecho lo que tenía que hacer, hace apenas 20 días consideraba que la polémica por su máster era bastante estéril. Todo esto será difícil de olvidar.

Comentarios