Las plantas ven, recuerdan y gritan cuando las cortas: su vida secreta al descubierto

El mundo vegetal posee un dinamismo oculto a nuestros ojos, sostiene el autor de 'El reino ignorado', aunque no cabe atribuirle cualidades humanas

Las plantas ven, recuerdan y gritan cuando las cortas: su vida secreta al descubierto
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Según informa Paolo Fava en EL ESPAÑOL, tiéndete en el pasto conmigo, desembaraza tu garganta - ofrece Walt Whitman en Canto a mí mismo, traducido por Jorge Luis BorgesObra sin ley, como los copos de nieve, sus palabras son simples como la hierba, el pelo despeinado, risas e ingenuidad. Flotan en el aire con el olor de su cuerpo o de su aliento... Lo que percibía el poeta de Nueva York a través de la intuición y los sentidos es algo que la ciencia ha podido confirmar: el lenguaje de las plantas existe, aunque nosotros, arrobados por el deleite estético como le sucedió a él, ignoramos que pueden estar diciendo cosas terribles.

"Seguro que que alguna vez vosotros mismos habéis sido testigos indiferentes de los 'gritos' que estaban dando miles de plantas cuando eran laceradas por una segadora... ¿o es que nunca habéis disfrutado con el aroma a césped recién cortado? Pues lamento deciros, pedazo de sádicos, que esas esencias (...) no son sino los lamentos lastimeros que, en forma de compuestos químicos volátiles, están liberando las plantas para quejarse del daño que les estamos infligiendo". El docto bromista responsable de abrirnos los ojos es David G. Jara, autor de El reino ignorado (Ariel).

Jara, doctor en Bioquímica por la Universidad de Salamanca, reconoce que entró pronto en la enseñanza porque "tenía poco paciencia" para el laboratorio. Pero lo que descubrimos en su obra es que en realidad el divulgador ha cambiado un entorno de experimentación por otro: sus observaciones de campo las realiza ahora sobre uno de los ecosistemas más dinámicos y cambiantes que se pueda imaginar, la clase de adolescentes a los que imparte Biología y Geología en un Centro Público de Villacastín, Segovia. Su reto: desterrar el mito de que el mundo vegetal es inerte y revelar su vida secreta, intricada y sutil.

Un ejemplo es el fenómeno que se produce cuando reclama los deberesdebidos a la vuelta del fin de semana. "La maniobra que más me gusta (...) es aquella tan frecuente que consiste en bajar la cabeza y arrugarse poco a poco en el pupitre para pasar desapercibidos ante el profesor. ¡Qué majos!". El bioquímico ha bautizado esta estratagema estudiantil como "postura de la Mimosa" en referencia a la capacidad de la Mimosa pudica para realizar algo que solo imaginaríamos propio de un animal: retraerse al contacto de un estímulo táctil, mediante un proceso de ósmosis que desplaza el agua que contiene la planta y la "deshincha".

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