Opinión

Peleas de taberna

Esta semana sus señorías debaten una moción de censura presentada por Vox que no tendrá ningún recorrido parlamentario, salvo comprobar si el PP es capaz de superar de una vez por todas sus complejos frente al partido de Abascal.

También está por ver el rédito que este pueda obtener habida cuenta de que quedan tres años por delante antes de que se celebren elecciones.

Pero más allá de la moción de censura sus señorías quizá deberían de reflexionar sobre la imagen del Parlamento. Y es que resulta desolador que, en los últimos años, las sesiones parlamentarias se hayan convertido en peleas tabernarias en las que algunos de sus señorías compiten en quién dice el mayor despropósito o el insulto mas grueso.

El Parlamento ha dejado de ser un lugar donde se debate con respeto escuchando las “razones y propuestas” de los adversarios.

El estilo matonista impuesto por Podemos y por Vox ha degradado hasta limites insoportables el debate parlamentario.

Durante muchos años ejercí como cronista parlamentaria asistiendo a debates durísimos entre los representantes de los distintos partidos, pero eso sí, siempre manteniendo el respeto por la institución y por tanto por la ciudadanía.

Por tanto la reflexión de fondo lleva a plantear que la irrupción de nuevos partidos no ha servido para mejorar ni nuestro sistema político ni mucho menos la vida de los ciudadanos. Quizá por eso empieza a haber una añoranza del bipartidismo, una añoranza de cuando las cosas eran más simples porque había menos gente peleándose por el “pastel” del poder.

Los “nuevos”, en este caso me refiero sobre todo a Podemos, con la inestimable colaboración de Pedro Sánchez, está instalando en nuestra sociedad un clima de guerracivilismo” que se había desechado con la Transición. Los nuevos, y ahora añado a VOX, están poniendo un empeño denodado en volver a enfrentar a los ciudadanos, en dividir la sociedad en buenos y malos.

No es que los partidos nuevos sean los únicos responsables del deterioro de la política, también lo son los partidos veteranos como el PSOE y el PP.

Los escándalos que han protagonizado les han desgastado y de ahí la necesidad que la sociedad tenía de un soplo de aire fresco. El problema es que en vez de aire fresco ha entrado un aire helador que pone en cuestión el funcionamiento del sistema.

Los ciudadanos perciben que cada partido va a lo suyo y lo suyo no son siempre los intereses generales.

La falta de respeto que se manifiestan los unos a los otros, las descalificaciones tremebundas que se escuchan en el hemiciclo, ensombrecen cada día la percepción que la sociedad tiene del Parlamento.

Defender con contundencia posiciones políticas no pasa o no debería de pasar por el espectáculo deplorable a que día si y día también nos empiezan a acostumbrar sus señorías.

El Parlamento es un lugar de debate no de peleas de taberna.

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