Opinión

Padres e hijos

Sí, ya sé que todo eso del día del padre es una pura parafernalia comercial, que entrando en la trampa contribuimos a un consumismo desaforado y absurdo que nos lleva a sentirnos obligados a hacer un regalo que nos produce un auténtico quebradero de cabeza. Pero también sé que hay otras formas de hacer un homenaje a nuestros padres que no cuestan nada y son más gratificantes como por ejemplo una charla sin prisas en una tarde de un día cualquiera, sin ningún motivo aparente.

Mi padre tiene 93 años y conserva la cabeza más despejada y mejor amueblada que muchos jóvenes. Está perfectamente informado de todo lo que ocurre en nuestro país, cabreado por el asunto de las pensiones e indignado por la forma en que algunos tratan a los viejos. "Somos viejos pero no tontos" o "estoy sordo pero lo entiendo todo" son algunas de las expresiones que el suele utilizar cuando hablamos del sentido paternalista casi esperpéntico, con los que muchos tratan a los viejos. Si charlamos de algunas cosas cotidianas, o de como algunos hijos tratan a sus padres suele decir, cargado de razón "¡claro¡ es que hay padres y padres e hijos y hijos y hacer tabla rasa es absurdo".

El otro día a cuenta del tema de los impuestos y de que hay mucha gente que prefiere renunciar a sus herencias porque no pueden afrontar los gastos de recibirla, me sacó un pequeño recorte de periódico de un artículo mío que escribí hace tiempo donde se hablaba de dos historias sencillas. Un padre que desheredó a dos hijos que no querían saber nada de él y una madre a quien le faltaron recursos cuando más lo necesitaba, porque su hijo le había engañado para que le donara sus inmuebles. En ambos casos pese a una legislación civil muy proteccionista de la herencia, el Supremo había confirmado que los hijos desheredados lo eran conforme a derecho.

Entonces afirmaba y ahora sigo manteniendo que algo muy grave le pasa a una sociedad donde cada vez es más habitual, desgraciadamente, que los hijos de ancianos, tengan hacia ellos un trato abusivo, cosa bastante vergonzosa. No hablo sólo de casos de maltratos físicos o psicológicos, sino de una sociedad que no sabe qué hacer con sus viejos, cuando la esperanza de vida es cada vez mayor. Me es imposible imaginar por qué un hijo cruza la raya del mínimo respeto no sólo filial sino hacia un ser humano y se convierte en un maltratador de quien le ha dado la vida. No hay ninguna circunstancia, ninguna, que pueda justificar este tipo de violencia hacia personas tan vulnerables, máxime si son de tu propia sangre y esas actitudes deben ser repudiadas en todos los sentidos.

La crisis, el paro y la precariedad laboral han podido sobrellevarse de otra manera gracias a la generación de nuestros padres y no son pocos los abuelos que con su pensión se han visto abocados  a dar de comer a sus hijos y nietos. Esa generación que vivió la guerra fratricida del 36 y la siguiente, nacida en la posguerra, han dado muestras sobradas de su generosidad especialmente en el ámbito familiar y ahora lo justo y lo decente es que tengan su recompensa.

Una hijo que no es ni respetuoso, ni cariñoso, ni generoso con sus progenitores ¿qué clase de persona es?. En nuestro país hay muchas, muchísimas estadísticas con cifras de la vergüenza, pero el aumento de denuncias por maltrato a los mayores es una de las peores de todas. No es política ficción, ni tampoco una leyenda urbana que cuando llega el periodo vacacional se incrementa el número de ancianos que "casualmente" se pierden o aparecen en gasolineras porque para sus familiares son un estorbo en sus planes. No hay palabras para calificar un acto así y seguro que luego esos hijos -si es que se puede llamar así a alguien tan miserable- un día como el 19 marzo se lamentan si su descendencia no hace su contribución al fenómeno consumista. No sé si es políticamente correcto ponernos, un día como hoy, ante el espejo de nuestras contradicciones como sociedad, pero es necesario y sirve de desahogo... Claro que como bien dice mi padre -todo un ejemplo de buena persona, integra, honrada, trabajadora, y cabal a quien respeto y quiero muchísimo- ni todos los padres ni todos los hijos son iguales.

Comentarios