Opinión

No volver a los errores

El debate de investidura ha servido también para calibrar la calidad intelectual, política y humana de los personajes principales de los partidos. No me puedo resistir a destacar especialmente la calidad de Gabriel Rufián, el portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, que esta vez ha brillado como nunca en sus intervenciones. Ha demostrado ser un primer espada en todos los aspectos reseñables, cosa que se apreciaba claramente en el silencio, la atención generalizada y el interés de todos los presentes. Pero el diputado catalán ha demostrado también ser un hombre lleno de bondad y en extremo respetuoso con sus adversarios de todos los colores.

Pienso que se merece un puesto más destacado en el escenario político y, tratándose de un hombre del independentismo catalán, creo que podría desempeñar un papel de gran utilidad en ese campo. En sus intervenciones demostró una gran altura y además un gran respeto por sus colegas más cercanos y más lejanos. Pienso que haría un papel extraordinario como máximo dirigente del sector, desde donde seguro que contribuiría muchísimo a la solución del problema más difícil de la política española. No sé si estaré exagerando pero no tengo ningún motivo para hacerlo. El mundo de la política necesita este tipo de personas como ningún otro.

En la misma sesión parlamentaria, el máximo dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera, me produjo un impacto muy distinto, porque muy distinto fue su comportamiento. Ese partido anda cada vez más descarriado y creo que eso repercute negativamente en la rentabilidad política del conjunto. A Rivera le ha sucedido lo contrario que a Rufián: con el paso del tiempo ha ido para atrás. Me acuerdo muy bien de hace cuatro años y de cuando pactó con Pedro Sánchez, tiempo en que era un político mucho más positivo. Yo le enviaría el mensaje de que reflexione, que consulte su próximo pasado y que trate de rectificarse. También le digo que no tengo ningún interés personal que influya en mis apreciaciones.

El debate de investidura ha servido también para calibrar de nuevo las condiciones políticas de Pablo Iglesias, que se ha equivocado un poco o un mucho con su actitud ante Pedro Sánchez, pero que ha demostrado de nuevo que seguramente es el número uno de la política española: decir esto es simplemente reconocer la realidad, pues tampoco en este caso me dejo llevar de ningún sentimiento sino de la estricta observación de la realidad. Lo que pido a los demás es que también intenten una actitud general de imparcialidad pues nos jugamos mucho como para andarnos con juegos estúpidos.

Y ahora tengamos paciencia y esperemos que todos nuestros políticos recapaciten para no volver a incurrir en errores y situaciones como los de esta primavera-verano y que el regreso en el otoño marque el comienzo de una nueva y positiva etapa, que falta nos hace. Entre otras cosas, para resarcirnos de los disgustos y sinsabores que nos han venido ofreciendo durante los últimos meses. Más que un ruego es una exigencia, en la que creo estar acompañado por la inmensa mayoría de mis compatriotas.

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